El control del trigo por parte de los concejos fue una constante durante siglos, desde la Edad Media hasta el tiempo presente. Este control pretendía que el principal alimento de la población, el pan, no faltase en épocas de malas cosechas. Desde que los Reyes Católicos dictasen el 18 de Julio de 1504 una Real Cédula autorizando el establecimiento de una alhóndiga en Cáceres, se inicia un dilatado periodo donde la presencia de este depósito para el grano va a ser el protagonista de la vida económica de la villa en lo concerniente al abastecimiento de trigo en épocas de carencia. Hay que señalar que desde 1500 Cáceres disponía de la denominada casa de la harina que velaba por la calidad de la harina que se molturaba en los molinos de la ribera del Marco.

La alhóndiga de la villa es un almacén para el trigo que gestiona el propio concejo a través de un denominado Mayordomo de la alhóndiga. Este era el administrador de la cantidad de trigo que entraba en el almacén. Un trigo que se adquiría por parte del Ayuntamiento y que tenía varios fines. Principalmente se trataba de que no faltase trigo para hacer el pan y también que hubiese grano para los agricultores en épocas de siembra, así como el control del precio del cereal que influía directamente en que se disparase el precio del pan. A veces no se conseguía ninguno de los objetivos, por lo que hambruna y malas cosechas fueron conceptos unidos durante siglos en Cáceres, al igual que en la mayoría de las villas y ciudades de la corona.

La alhóndiga de la villa se ubicó durante siglos en la plaza de las Piñuelas, de espaldas a la propia muralla medieval. Un caserón que nunca reunió condiciones para la conservación del grano que, debido principalmente a la humedad, se estropea cuando tiene que almacenarse durante largo tiempo. Ello comporta que el propio concejo deba vender el grano muy por debajo del precio al que lo había comprado. La alhóndiga fue un servicio deficitario para el ayuntamiento, la mayor parte de las veces, por lo que se debe recurrir a préstamos o censos para la adquisición del trigo en épocas de buenas cosechas que se encarece cuando la esterilidad de los campos anuncia penalidades y hambre. La alhóndiga trataba de sujetar la especulación en el precio del trigo, el cereal más importante de la historia, una difícil tarea que no siempre se alcanzó.

Con el nombre de alhóndiga primero y pósito después, se mantuvo, durante siglos, un servicio municipal que se adentro en el siglo XX. El estudio de sus cuentas supone una aproximación certera y fiel a las crisis de subsistencia que cíclicamente castigaron a los vecinos de Cáceres y sus tierras.