Madre Nutricia’ que alimentaba el intelecto de los jóvenes estudiantes, carentes de luces y conocimientos, que llegaban a sus aulas para que iluminasen su camino y les diesen fuerza para ascender en la vida. Así llamaron respetuosamente los antiguos profesores y alumnos a los ‘Universitas Studii Salmanticensium’, instaurados por el Cabildo Catedralicio en 1218; hace, por tanto, ocho siglos justos, para dar a sus discentes el mayor y más selecto conocimiento sobre Teología, Derecho Canónico, Letras Antiguas y Nobles Artes; en cada una de las Escuelas --’mayores’ y ‘menores’-- que se ocupaban de impartirlas.

Las primeras Universidades que hubo en Europa fueron las de Bolonia --en los Estados Pontificios--, la de Oxford, en Inglaterra, la de París; la de Cambridge, también en Gran Breteña; Padova, al norte de Italia, Nápoles al sur, igualmente en Italia, y la de Palencia, en Castilla, fundada por el rey Alfonso VIII --quizá impulsado por su esposa Leonor Plantagenet, hija del Rey de Inglaterra Enrique II, el que había promovido y protegido a Oxford--.

Esta Universidad palentina no llegó a tener una destacada vida académica, por lo que el primo de Alfonso VIII --rey a su vez de León--, Alfonso IX, celoso de los logros del de Castilla, creo los Estudios Universitarios de Salamanca, en 1218, como decimos arriba. Siendo, por tanto, la primera de las Universidades españolas --el ‘Alma Máter’ y modelo de todas las demás-- con las ‘facultades’ de Teología, Medicina y Derecho y las ‘escuelas menores’ de Gramática Latina --que incluía Retórica y Dialéctica---, Aritmética y Geometría, Astronomía y Música.

Por varias razones, los cacereños debemos estar orgullosos de esta historia universitaria; primero, porque el mismo monarca leonés que había incorporado a nuestra Noble Villa Realenga de Cáceres a la España Cristiana, fundó también la primera Universidad hispana en la ciudad de Salamanca; y porque el ‘campus’ o ‘semidistrito’ cacereño de nuestra Universidad de Extremadura surgió bajo los auspicios de estos ‘Studii Salmanticensium’ con 800 años de docencia superior. Experiencia docente e investigadora que se instaló pronto en los entresijos de las facultades cacereñas.

Para mí --personalmente-- ambos acontecimientos históricos cuentan con un relieve especial dentro de mi humilde biografía. Cursé mi licenciatura y doctorado en las aulas y doctas cátedras de Salamanca; en las que también fui profesor ayudante y adjunto interino; desde ellas vine al Colegio Universitario de Filosofía y Letras de Cáceres, en donde también impartí clases de varias materias, de las que fui titular desde 1973, en la recién estrenada Universidad de Extremadura.

Quizá sea poco ‘elegante’ aprovechar esta tribuna para relatar secuencias vitales que solo me conciernen a mí y a mi larga vida docente. Pero ha sido precisamente el recuerdo entrañable de estos años cacereños, cuajados de trabajos, de investigaciones, de publicaciones y de entusiasmo académico, los que me han provocado el dolor y el rechazo profundo, al comprobar la degradación y decadencia que han sufrido todas las ‘Alma Máter’ del mundo --muy especialmente las de Madrid-- al ‘vender’ por ciertos favores políticos, o por bajos ‘precios’ monetarios, los títulos, ‘grados’, cursos y trabajos --la parte más noble de nuestra carrera-- para que cimenten la parte más corrupta de las ambiciones políticas de ciertos individuos, porque quieren vivir a cuenta del ‘Erario Público’ y no de la utilización correcta y ética de sus discutibles conocimientos.

Nuestra ‘Alma Máter’, nuestra ‘Madre Nutricia’, como decimos al comienzo de nuestra reflexión, no puede, ni debe, ser ‘mercadeada’ por valores falsificados ni por precios degradantes, más deleznables que los que ella representa.