Por más memoria que hago no encuentro en democracia a ninguna persona que haya desdeñado tanto a la ciudad de Cáceres como su actual alcaldesa. La dejación de funciones semanal que ha hecho, quién sabe por qué motivos, acudiendo al Senado a no hacer nada, está costando muy cara. La actual senadora contabiliza en Madrid un total de nueve intervenciones desde que fue elegida en noviembre de 2011. Tantos viajes, tantas delegaciones de alcaldía, para solo intervenir nueve veces. La web del Senado da fe de ello.

En estas últimas semanas, igual que también pudo hacerlo el año anterior, ha podido apoyar diferentes enmiendas que iban encaminadas a potenciar proyectos necesarios para Cáceres. La rehabilitación de la muralla, depuradoras en Capellanías o en el Marco, el CEFOT, el AVE, la Ronda Sur, el Museo Provincial o la autovía Cáceres Badajoz son acciones innecesarias para quien se pliega a la disciplina de partido, niega el progreso para la ciudad que preside y obstaculiza todas las iniciativas que promueven mejoras si no vienen desde sus filas.

Su afán por asumir cargos que la mantengan fuera de aquí es ejemplar. A su condición de senadora, hay que sumarle su cargo directivo en la FEMP y recientemente la coordinación de los senadores del PP de Extremadura, entre otros. Su propio equipo de gobierno a veces se muestra perplejo porque la descoordinación desasiste a un grupo de concejales en ocasiones voluntarioso pero sin una directora de orquesta que toque esa partitura con música de Cáceres.

Y por encima de todo, la negativa es la respuesta que encontramos a nuestras propuestas constructivas, o al compromiso y demandas exigidas por el ciudadano. Comerciantes, empresarios, asociaciones o vecinos están desatendidos. Todos nos sentimos traicionados por alguien que día a día nos demuestra que entiende la política como una suma de apariencias de cara la galería y no como una apuesta por el servicio público y por transformar nuestra realidad de forma apasionada, con trabajo y con ilusión.