Te has despedido como tú siempre deseabas, en la misma naturaleza, rodeado de campo, buscando setas, el manjar que tanto te gustaba. Eras un gran experto en micología, tenías una gran enciclopedia de 7 tomos que continuamente consultabas.

Pero además eras un compañero de profesión, un profesional de los que no se echan para atrás, siempre el primero en todas las dificultades, sobre todo en los primeros tiempos del Centro para Jóvenes Cáceres II (años 88, 89, 90…), guardando siempre la disciplina y el respeto a los internos.

Mi mayor recuerdo son las andanzas en la sierra con el grupo ‘Los Mataos’: Chuchi, Julián, Genaro y algunos más. Descubrimos Las Hurdes, haciendo de guía Ambrosio, él era jurdano y se jactaba de serlo. Conocía la comarca como la palma de su mano: el Chorrito de Ovejuela, el Cerro de los Ángeles... También la ruta de 40 kilómetros de Talaván a Serradilla, la Peña de Francia y otras tantas… Siempre se apoyaba y llevaba su palo en forma de horquilla, como si fuera un muleto.

Después vendría la Sierra de Gredos, en la que yo le reemplazaría como guía: la Covacha (el techo de Extremadura con 2.399 m.), la Laguna Negra, la subida al Almanzor, cuando dormimos en el refugio de Elola y al día siguiente teníamos que llegar a los 2.592 metros. Fue todo un récord para Ambrosio, no durmió en toda la noche en aquella habitación ‘Galana’ con tres literas. Estaba nervioso como un niño. El día siguiente salió espléndido, a primeros de octubre del año 2000 y subimos Ambrosio, Julián y yo.

Siempre te recordaré como un compañero y amigo de la sierra. Que la tierra te recoja y la paz esté contigo.

Un amigo,

Emilio González