Cuando escribo esta breve columna de nostalgias y brillos apagados, me doy cuenta de que todo lo que fue Andalucía en el pasado puede haber llegado a su fin; como llegó con aquel Queipo de Llano, y con el aplastamiento de la II República. Aunque aquí solo se echan de menos la belleza, la corrección y la personalidad de la vieja Andalucía. Espero que con los extraños resultados de las últimas elecciones de diciembre, los andaluces no hayan perdido su genio, su originalidad y su mentalidad ‘embrujada’ y alegre.

Mítines, discursos políticos, entrevistas o artículos de opinión, se han movido en el ámbito de la más vulgar mediocridad, recurriendo a tópicos, y lugares comunes sacados del batiburrillo de ideas y conceptos trasnochados que campaña tras campaña, durante todos los años de la democracia, se han venido celebrando sólo para echar a los socialistas del gobierno autonómico. Quizá sin pensar que, si los socialistas vencían en ellas con tan notables mayorías era porque los andaluces se sentían perfectamente identificados con sus dirigentes y no querían cambiarlos por los tradicionales ‘señoritos’, dedicados a los toros, a las procesiones, a las ‘juergas flamencas’ y a hacer el vago por sus dehesas; llenas de ‘santos inocentes’.

Uno de los poemas musicales más bellos y emocionantes del repertorio melódico español es, sin duda, esta danza de El Amor Brujo del inefable Manuel de Falla, que mereció por su originalidad y plasticidad ser versionada numerosas veces como ballet, como concierto, como romance musical y como película.

Muchas han sido las creaciones literarias, poéticas y dramáticas que se han inspirado en la idiosincrasia de los andaluces; en su personalidad chispeante y poliédrica, heredera de mil culturas y civilizaciones; desde Tartessos o la imaginaria isla de Hesperia, hasta la opulencia romana de Bética - la más espléndida y rica de las provincias del Imperio- pasando por Al - Ándalus; por los pequeños reinos de Taifas que incluyeron a Granada. ‘Granada’ otra vibrante e inspirada melodía de Agustín Lara: ‘Tierra soñada… llena de fantasía’. O sus brillantes y soleadas ciudades: ‘teñidas de verde y oro’, donde se desborda el arte y la poesía.

Si España ha resaltado con luz propia en Europa y en el Mundo ha sido a través de las estampas y los paisajes de Andalucía: Córdoba fue la capital de un poderoso Califato, mucho más culto y desarrollado que todos los míseros reinos cristianos de la Europa de entonces; en ella estaban los mejores médicos, los más destacados matemáticos y pensadores.

Sevilla, en el siglo XVI, fue el centro de un Imperio transoceánico que abarcaba tres Continentes, en el que nunca se hacía de noche. Según el repetido axioma geográfico tantas veces repetido. Con el que se indicaba que su poder, su presencia y su lengua circundaban al Mundo. Ubicuidad y dinamismo comercial que heredó Cádiz; con su bahía de mil reflejos, como una ‘tacita de plata’. Cádiz fue también la primera ciudad constitucional de España y la que irradió libertades revolucionarias hacia todo un Continente.

En la gran ciudad del Guadalquivir se forjaron las personalidades literarias de Don Juan Tenorio y de Fígaro -El Barbero de Sevilla- en la pluma de Pierre de Beaumarchais y en el piano de Gioachino Rossini, o en el de Wolfgang Amadeus Mozart. En el libreto de ópera de Georges Bizet nació la leyenda de Carmen que resaltaron en sus obras Richard Schtrauss, Moliere y Lord Byron; como figura culminante de la idiosincrasia española.

Finalmente, el genio poético de García Lorca subrayaría con sus las esencias mismas de Andalucía y de la España sangrante y mártir que le tocó vivir y en la que le tocó morir.

Esperemos que los votos dispersos de muchos andaluces, despistados por las promesas inciertas de los nuevos líderes de las derechas de siempre, no malogren las esencias de esta bonita historia.