Leo las palabras del concejal Javier Castellano y me entran ganas de llorar: "Puesto que Cáceres es una ciudad universitaria debe ampliar los horarios de cierre de los bares". No hay mejor manera de poner de manifiesto que toda su tarea como concejal de la Juventud ha sido un fracaso.

Pero ante el fracaso, el edil podría haber propuesto más educación, menos ruido, más civismo y menos alcohol. Podría haber solicitado que las bibliotecas abrieran por la noche, que las clases en la universidad no acabaran los jueves, que los cursos comenzaran a su debido tiempo y no se pasaran varias semanas con novatadas, que hubiera más ciclos de conferencias, más teatro, más coloquios, asociaciones culturales, conciertos...

Se ha unido a una corriente de opinión que asegura que la decadencia de la ciudad y el hecho de que no vengan universitarios a la ciudad se debe a la cicatería de los horarios de los bares. ¿Se pregunta un universitario que desea realizar estudios en Oxford por el horario de los bares? ¿El prestigio de Harvard radica en la laxitud del cierre de establecimientos etílicos?

No, pero nuestros concejales son más listos que en ninguna otra parte y no dudan en hacer publicidad del consumo de una droga que tiene efectos nocivos y que los sanitarios recomiendan tomarlo con cuentagotas.

Claro que si proliferaran los coloquios, el asociacionismo, la cultura en general, los jóvenes podrían pensar en el fraude de ley que cometen al permitir que abran algunos establecimientos a primeras horas de la mañana, en el desamparo en el que han dejado a miles de vecinos, en el vergonzoso espacio de ocio que les han proporcionado en el ferial, en la nefasta situación de la cultura promovida por el ayuntamiento e incluso en los pelotazos.