Charo Collado ha preparado judías con liebre para dar de comer a la quincena de transeúntes acogidos en el centro que Cáritas mantiene abierto en unos pabellones de Renfe. Está casi lleno y es el único que da cobijo a las personas sin hogar, los sin techo , a los que esta organización dedica mañana el día con el lema Su historia es parte de la nuestra. Todos contamos .

La cocinera es uno de los nueve voluntarios que colabora en el centro, dirigido por un equipo de profesionales de cuatro monitores, una trabajadora social y una educadora--coordinadora. Se le nota orgullosa de su tarea, como a Luis Fernández que, con 65 años y ya jubilado, lleva dos meses colaborando tras haberlo hecho antes en el centro Ozanam para la rehabilitación de toxicómanos. "He visto llegar a gente como muñecos, con hambre, y que luego se recuperan", explica Charo Collado, a la que le gustaría contar con unas instalaciones más grandes para organizar un taller de cocina.

Virginia Calleja es la coordinadora. Encabeza un grupo joven --la media de edad no pasa de los 30--, dispuesto a acompañar y dar respuesta a las diferentes problemáticas con las que se enfrentan cuando abren la puerta. Su trabajo está orientado, después de la acogida, a la búsqueda de empleo y el tratamiento de toxicomanías. "Hacemos una entrevista a la persona que llega y establecemos unos objetivos", detalla esta responsable, que tiene claro que los sin techo son los grandes olvidados de la sociedad.

Roberto Narciso, de 29 años, estudió el módulo de FP en Integración Social. Viene de Madrid, donde ya había trabajado con personas sin hogar. Lleva un año en Cáceres y asegura que en esta tarea hace falta "un afán personal de trabajar contra una injusticia social". Reconoce que, aunque se lleva a casa "muchas frustraciones", obtiene la satisfacción "de estar haciendo un bien".

Saber escuchar

Sandra Ramos también cursó los mismos estudios que su compañero. Ya lleva más de tres años como monitora. Desayuna y come con los acogidos y comparte su tiempo con ellos. "Sobre todo, les escuchamos", afirma. Para Miriam Domínguez la experiencia es nueva. Trabajadora social, proviene de unos servicios sociales de base donde su tarea era "más administrativa", a diferencia de la de Cáritas en la que manda "el trato día a día con las personas". Es la encargada de la fase de acogida: "Hay que ponerse en el lugar del que viene al centro", resume.

Lucía Borrella, monitora, se ha convertido en la benjamina . Hizo prácticas en el centro y se quedó. "Hay gente que te dice que le has salvado la vida solo por abrirle la puerta", afirma. De Colombia llegó Milto Muñoz que, con 34 años, ya sabe lo que es vivir de cerca la experiencia de los sin techo en su país. "Allí ni siquiera tienen un sitio donde poder quedarse", afirma, destacando que la situación de los inmigrantes se complica "porque llegan solos y desorientados". Los ángeles de la guarda de Cáritas les dan cobijo para no perder la dignidad ni la esperanza.