Muchos cacereños iban de excursión escolar a Waechtersbach y años más tarde, al borde del altar, compraban allí su primera vajilla de domingo. Vinculada a la realeza europea desde su origen en 1832, Waechtersbach era uno de los grandes distintivos de Cáceres, llevaba su impronta a las tiendas de hogar y decoración más refinadas de medio mundo. Llegó a convertirse en la tercera industria de la ciudad por plantilla (180 empleados), volumen de negocio (5 millones de euros anuales) y producción (4 millones de piezas por ejercicio), hasta que tres grandes tsunamis en forma de una suspensión de pagos y dos quiebras ahogaron su existencia. Ya se han cumplido tres años de su liquidación, la calle se ha olvidado de la factoría y la prensa se centra en negocios que atraviesan ahora trances similares (Monprint, Caval, Ford...) ¿Pero qué queda detrás de estas tragedias?El PERIODICO, que durante seis años siguió casi a diario la agonía de Waechtersbach, ha indagado en los restos del naufragio, y son desoladores. Apenas una decena de los 90 trabajadores que resistieron hasta el final han vuelto a encontrar un trabajo en condiciones. El resto se resiste incluso a hablar de aquellos recuerdos amargos y todavía sienten cierta rabia, pero la sensación general es de tristeza. De los 150 acreedores, salvo los denominados privilegiados (Seguridad Social, Hacienda, hipotecas, empleados...), el resto ni siquiera llegó a cobrar un 20% de su deuda y ya nunca la cobrarán. Los terrenos pasaron a dos constructoras, la maquinaria pesada apenas se vendió por obsoleta y solo las existencias tuvieron una buena salida en forma de gangas. Son los añicos de Waechtersbach. "Posiblemente fue el asunto más complejo de mi carrera profesional, tanto por su componente social (más de 100 trabajadores, entre ellos una treintena de discapacitados), como por la simbología de esta empresa en Cáceres. Hablamos de un cierre traumático", recuerda José Manuel Mariño, experto en el caso Waechtersbach, nombrado interventor judicial en la suspensión de pagos y administrador concursal en el proceso de liquidación. El siempre lo ha tenido claro: la propia ley del mercado condenó a la factoría. "La competencia asiática y sus bajos costes laborales acabaron con esta empresa y dejaron a todo el sector en crisis, véanse los casos de La Cartuja y San Claudio. Para poder hacer frente, Waechtersbach tendría que haber producido el doble, y el mercado no lo iba a absorber", explica Mariño.ORIGEN PRINCIPESCO La firma fue creada hace más de 170 años en Alemania por los príncipes de Ysenburg y Budingen. La quinta generación abrió la filial en Las Capellanías a mediados de los 70, dedicada a la fabricación de vajillas de loza y complementos de mesa, con productos exportados a Europa y EEUU. Muchos trabajadores entraron con apenas 20 años y vivieron etapas de pujanza, pero la competencia asiática desató los primeros problemas en la década de los 80. "El último año que la empresa ganó dinero fue 1993 y desde entonces solo arrojó beneficios en el 2004, coincidiendo con las quitas de los acreedores, que perdonaron un 50% de las deudas. La fábrica era deficitaria a todas luces, ruinosa, y se mantuvo varios años por no extinguir los empleos", argumenta Mariño. Ya en octubre del 2001 se presentó un primer expediente para la rescisión temporal de 33 contratos, y más tarde una propuesta con 50 despidos. En enero llegó el primer envite: la empresa presentó suspensión de pagos con una deuda de 4,2 millones de euros. Entre huelgas, paros y nóminas impagadas, la matriz alemana ofreció un plan de viabilidad con 70 despidos pero más tarde se negó a abonar incluso las indemnizaciones, y se supo que ya había intentado vender la filial en tres ocasiones.Ni las gestiones del alcalde José María Saponi ni del presidente extremeño Rodríguez Ibarra sirvieron de nada. El 17 de julio, la central de Waechtersbach presentó un expediente de quiebra pidiendo el cierre y la liquidación de la factoría cacereña, que ya sumaba 4,7 millones de euros de deuda frente a 70 acreedores. El 1 de agosto cesó la actividad entre lágrimas e indignación, pero con una esperanza: la fábrica se reabriría si aparecía un comprador antes de noviembre.Y apareció. Alejandro Rodríguez Carmona, consejero de una firma madrileña del sector, reactivó la planta el 25 de septiembre mediante un aval de 224.000 euros pero con un alto precio para ajustar costes: la reducción del 32% de la plantilla, es decir, 45 despidos. Además, elPasa a la página siguiente