El pasado martes se cumplió un año de las elecciones que volvieron a poner al PSOE al frente del gobierno de Cáceres, aniversario que ha pasado inadvertido a causa de la crisis sanitaria y económica del coronavirus, que ha trastocado agendas y programas políticos. Ha sido un año que ha reforzado la figura de Luis Salaya como alcalde, pero no ha sido tanto fruto de sus aciertos como resultado de las decisiones de otros. Hasta el 14 de marzo, día en el que se anunció la declaración del estado de alarma en el país, no se había adoptado por su equipo ninguna decisión política extraordinaria que hiciera a esta corporación diferente. Se continuaba con la gestión que dejaron los anteriores.

La principal novedad era un incremento de la recaudación por los proyectos de implantación en el municipio de parques fotovoltaicos y una modificación del Plan General Municipal de urbanismo para facilitar su instalación y el empleo que generasen durante su construcción.

Hasta antes del 14 de marzo, decisiones de otros le habían reforzado. Primero la salida de Teófilo Amores de Vox y después la crisis en Ciudadanos que rompía en dos el grupo municipal. La oposición se debilitaba y fragmentaba y el gobierno en minoría se apuntalaba. Con solo nueve concejales mantenía sin grandes problemas el mando de una corporación que tiene 25 ediles. Un acuerdo con Unidas Podemos, que facilitaba su apoyo al gobierno socialista sin que los tres ediles de UP entrasen en el ejecutivo local, reforzaba más a Salaya, al igual que la continuidad de Amores. Antes de la crisis se especulaba con la salida de la corporación del concejal no adscrito. Amores siempre se ha mostrado receptivo a no bloquear la acción de gobierno y con su voto Salaya se garantiza el número trece, el que da mayoría absoluta en la corporación. Tras el 14 de marzo el escenario cambia. Amores seguirá, no se irá en un momento como este, y no habrá entrada de un concejal de Vox en el ayuntamiento, por tanto la balanza casi siempre se inclinará al lado de Salaya.

Esa división de la corporación en dos bloques, en un lado los trece concejales que suman PSOE, UP y Amores y en el otro los doce de PP, Cs y los ediles no adscritos Francisco Alcántara y Mar Díaz, volvió a verse en el último pleno.

Tras el 14 de marzo, la comparecencia casi diaria de Salaya para informar primero de la incidencia de la enfermedad y después de las medidas ha afianzado su figura institucional, además ha sabido facilitar que otros concejales asuman protagonismo, ya no solo son Andrés Licerán y María Ángeles Costa, también José Ramón Bello y María José Pulido.

La oposición se ha quedado prácticamente sin espacio, aunque sí se han escuchado voces críticas como la del portavoz del PP, Rafael Mateos, que ha acusado a Salaya de ser cómplice con su silencio de la desastrosa y lamentable gestión de las residencias de mayores, o la de Alcántara, que ha recordado que llegará el momento en el que se tendrá que pedir responsabilidades por las víctimas que el virus ha dejado en la ciudad. Y mañana se enfrenta a la primera de las manifestaciones contra su gobierno, la de hosteleros.