Una caída durante la celebración del ascenso a Primera del Real Valladolid en el año 2007 dejó a Antonio Aragoneses en una silla de ruedas. Aficionado del Valladolid y del Cacereño, el fútbol le ha dado lo mejor y lo peor de su vida. Hace 12 años estudiaba Telecomunicaciones en la capital de Castilla y León. En abril el equipo vallisoletano ascendió a Primera División y no dudó en salir a celebrarlo con sus amigos. Subidos a una fuente, en mitad de una euforia inolvidable para él, se resbaló y se dio un golpe en el cuello. Desde el primer momento notó que no podía moverse, pero siempre pensó que podía tratarse de una rotura en algún hueso. Nunca se le pasó por la cabeza que aquello iba a suponer el final de la manera en que hasta entonces había entendido su vida.

La caída le provocó una lesión medular C5/C6, que le ha dejado imposibilitado. Se desplaza en silla de ruedas y se ha convertido, de la noche a la mañana, en una persona dependiente. Su familia es su mejor apoyo. «Los necesito a mi lado 24 horas, sin ellos no podría estar como estoy ni tener el ánimo que tengo», cuenta Antonio. Los primeros meses fueron duros, pero su entereza le ayudó a no perder las ganas de luchar, tanto, que nunca necesitó ayuda psicológica. «Era un chaval de 20 años y cuando te dicen que no te vas a poder mover se te cae el mundo encima. Al principio tuve un enfado descomunal, pero hay que seguir hacia adelante y ahora me considero una persona feliz, igual que lo era entonces», asegura.

La noticia de que el Cacereño maneja la previsión de hacer más accesible el campo ha sido una alegría para Aragoneses. «Hasta ahora las condiciones no eran malas, pero tampoco las idóneas para las personas con discapacidad. En todas las zonas del campo donde nos pusieran nos llovía», admite.

«Así podremos animar, más aún si cabe, todos los partidos de nuestros queridos jugadores para que lleven en volandas al equipo hasta la Segunda División B del fútbol español, ya que hay encuentros a los que debido al mal tiempo no podemos acudir al terreno de juego». Y añade: «Muchas gracias a la sensibilidad mostrada por la actual junta directiva del club y por contar con nosotros para este gran proyecto que nunca antes nadie había hecho en Cáceres», cuenta con la pasión que tanto le caracteriza por este club.

Antes del accidente Antonio era un joven deportista y activo, le gustaba salir a correr y jugar al balompié con sus amigos. Ahora no puede hacerlo, pero esta disciplina sigue siendo primordial en su vida: «El fútbol está conmigo de otra manera, me paso las horas muertas viendo partidos»; además, practica tenis de mesa y hace ejercicios de rehabilitación diariamente. La lesión le obligó a dejar los estudios que cursaba, pero ha conseguido hacerse educador social; es analista táctico, scouter de fútbol, tiene un canal de Youtube y está buscando trabajo . «Si regresara atrás en el tiempo volvería a subirme a aquella fuente, fue mala suerte y por eso no me arrepiento de nada, sigo siendo aficionado del Valladolid y del Cacereño», reconoce luciendo camiseta verdiblanca a las puertas del campo de su ciudad.