Estuvo 23 años de médico de familia en el centro de salud de Aldea Moret. Al doctor Antonio Floriano le costó cubrir su plaza porque tenía miedo, pero al final el barrio se convirtió en su casa y sus vecinos le adoran; llegó a tener casi 2.000 pacientes porque todos se cambiaban a él. Hace unos días la diócesis de Coria-Cáceres y los mineros le hicieron un homenaje por la labor que hizo en el barrio.

--¿Qué significa para usted este reconocimiento?

--Es una satisfacción enorme porque siento la admiración, el cariño y el respeto que me tiene todo Aldea Moret y, sobre todo, porque me dan la oportunidad para que se lo devuelva. La mayor satisfacción es poder estar con ellos y poder decir "¡qué bien que estáis aquí conmigo!", para demostrarles que los quiero.

--Estuvo en Aldea Moret 23 años...

--Llegué allí antes de que llegaran los gitanos. Si he conseguido en algo que gitanos y payos estén juntos, creo que que mi misión está cumplida. Mi lucha ha sido que se vea a todo el mundo igual.

--¿Qué recuerdos tiene de todo ese tiempo?

--Hubo una revolución enorme cuando llegaron los gitanos. Estaban marginados y se confundía al gitano con el alejado y al discriminado. Yo pensaba que gitana también era Lola Flores, que seguro que a ella la hubieran aceptado. Pero se veía que tenían un corazón maravilloso. Desde que llegué hasta que me he ido ha sido un disfrute por mi parte total. Una subida de adrenalina total, porque he visto que era una barriada marginal donde había gente necesitada de verdad y se entregó todo el mundo: el centro de salud, la parroquia,... El culto hizo mucho bien a los gitanos. También el colegio Gabriel y Galán, me dio una pena inmensa que se quitara la Educación Secundaria.

--¿Cómo fue esa revolución?

--Estaban los gitanos de siempre y los nuevos que llegaban. En el centro de salud, por ejemplo, les costó admitir que tenían que llevar un orden. También el hecho de que ellos venían pidiendo derechos. porque estaban en derecho de pedirlos, pero no comprendían que todo lleva su tiempo y sus trámites.

--¿Qué cambios vio en estas dos décadas?

--Poco a poco, cuando uno entrega el corazón, ellos lo comprenden. Estos años me han servido para ver muchos cambios, incluso en el tema de la droga. Los gitanos fueron los primeros que cayeron porque se aprovecharon de ellos, era una manera de conseguir dinero fácil. Muchos se cogieron el Sida, he visto morir a mucha gente en los años 90. Los padres sufrieron como no he visto sufrir a nadie. El problema es que pagaban justos por pecadores porque, de unas pocas familias que hacían esto, pagaban todos los gitanos. Yo siempre les decía que no era así, que esos gitanos habían sido pervertidos por otra gente. En el 2008, que me vine de Aldea Moret, las madres ya habían aprendido a ser buenas educadoras para prevenir la droga en su casa.

--También ayudaba en el colegio...

--A los gitanos les costaba integrarse en el colegio. Yo participaba con el Gabriel y Galán, iba al colegio a dar Educación para la Salud. Y daba clase de Matemáticas e Inglés a unos 20 o 30 niños en las asociaciones de Santa Bárbara y Santa Lucía, la gente estaba ansiosa por aprender. Tengo una experiencia muy buena de los gitanos y de los mineros. Me acuerdo de todas las visitas que he hecho a la calle Ródano, a las Palomas,...

--¿Cómo fue su primer día?

--Mi plaza fue siempre Aldea Moret. Pero tenía tanto miedo que alargué mi comisión de servicio en la plaza de Argel todo lo que pude. Un día me dijeron que tenía que ocupar mi plaza. En Aldea Moret me dieron un despacho muy pequeño y lo primero que hice fue pedirle al coordinador una consulta más grande. Después me involucré con ellos para darles cariño y acogida a la gente que estaba allí. Venía de una zona muy distinta y aquí veía a gente muy sencilla, buena y con un corazón extraordinario.

--¿Qué cree que le falta a Aldea Moret?

--Los políticos tienen que centrarse más en las minas. En educación y en sanidad necesitan más medios. Del colegio quitaron la Secundaria y a ellos les cuesta venir a Cáceres a estudiar. El centro de salud se ha quedado pequeño y necesitan más personal. Las consultas están sobresaturadas. Son gente que necesita muchísimo porque han empezado desde cero. También hacer más por una cultura de unión entre gitanos y payos.

--¿Cuál es el problema de adaptación?

--El problema está en quien lo ve así. No es cómo sean los demás, sino la visión que tiene cada uno. Nosotros somos los que tenemos que cambiar, la gente cambia cuando cambiamos nosotros. Un día me quitaron el casco y la radio y me trajeron seis cascos y seis radios para ver si eran esas. Les decía "no me traigáis más, que estáis robando", pero ellos veían la bondad de esa forma.

--Además gestiona el centro de escucha de San Camilo, ¿qué hacen allí?

--Somos 12 voluntarios (psicólogos, médicos, enfermeras y amas de casa) que atendemos a las personas con problemas. Estamos en la Casa de la Iglesia y en García Plata de Osma, 7. Hemos atendido este año a más de 200 personas. Hacemos grupos de mutuoayuda. Para ser voluntario primero es necesario hacer un curso para prepararse. Para pedir ayuda solo hay que llamar al 616039489.