Antonio Floriano lleva 23 años atendiendo a los vecinos de Aldea Moret en el centro de salud de la barriada. Es médico y asegura que la mayoría de sus pacientes pertenecen a la etnia gitana con la que jamás ha tenido ningún problema. "Es cierto que son especiales y que tienen sus cosas pero tienen un corazón muy grande, todo lo que tienen te lo dan. Hay que tratarles con cariño", explicó a este diario. El es de los que cree que el problema de la integración de los gitanos procede tanto por parte de la raza como por parte de los payos, "el payo dice que el gitano no le respeta y viceversa. Lo que hay que aprender es a respetarse mutuamente. El gitano no es malo, todo lo contrario".

Floriano asegura que en las consultas los mayores problemas surgen en las salas de espera porque las personas de etnia gitana son más impacientes. "Muchas veces si ven que hay colas intentan colarse, aún no han aprendido a esperar", apostilló el médico. Precisamente esa impaciencia es la que les lleva, según él, a vivir intensamente el día a día, sin mirar el futuro a largo plazo. "Ellos solo reconocen que están enfermos cuando se encuentran mal, no son capaces de respetar un tratamiento largo, si se encuentran bien lo dejan. Ahí surgen los problemas".