La jubilación no llega nunca para espíritus inquietos como el de Antonio Pérez, dueño de la pastelería Argel. El negocio ya está en manos de sus hijos, pero él acaba de pedir a la Junta de Extremadura que le conceda el título de Maestro Artesano --está convencido de conseguirlo-- para empezar a dar clases de repostería. También tiene entre manos el proyecto de montar una escuela de hostelería y un hotel en unos terrenos de su propiedad.

--¿Cuándo empezó usted como pastelero?

--En 1966 en la avenida de Cervantes. Luego ya me trasladé a Charca Musia para contar con más metros y mejores instalaciones. En 1983 abrí la Pastelería Argel, junto a la plaza de toros.

--¿Qué tipo de productos elaboraba?

--Cuando empezamos, sobre todo dulces y pasteles típicos de la región como perrunillas, pestiños, sopa de almendras, floretas, roscas y buñuelos de viento, hornazos, sopa de reina, mantecados... siempre con técnicas artesanales tradicionales y materias primas naturales y de primera calidad como aceite de oliva, manteca de cerdo, almendras, azúcar... Luego fuimos extendiendo la oferta.

--Pero ese no fue su primer trabajo, ¿no?

--No. Yo empecé a trabajar a los 18 años en el campo con mi padre, que era agricultor y ganadero. Yo también tuve vacas lecheras y durante un tiempo vendí leche en Cáceres. Empecé con un burro vendiendo 40 litros diarios y cuando lo dejé vendía 200 litros al día en un coche.

--¿A quién ha suministrado usted dulces?

--A la Universidad Laboral, al complejo Alvarez, a la residencia asistida y a otras residencias de ancianos de la ciudad, al Cimov, al que durante 15 años le hemos servido dulces para 5.000 soldados, a los paradores de Cáceres y Trujillo, a restaurantes y hoteles de la ciudad y también de municipios cercanos como Malpartida, Arroyo de la Luz, Casar de Cáceres o Brozas.

--¿Qué proyectos tiene ahora entre manos?

--He pedido a la Junta el título de Maestro Artesano con la intención de dar cursos de pastelería y también de cocina y comedor, porque hace falta formación en ese campo aquí en Cáceres. Confío en que me lo den pronto y podamos poner en marcha las clases para trasladar a los jóvenes mi experiencia en el oficio, porque si no se transmiten esos conocimientos hay recetas que se acabarán perdiendo. He ejercido como repostero y maestro confitero artesano durante casi 30 años.

--¿Y en qué lugar se impartirían las clases?

--En un primer momento podrían ser en mi obrador de pastelería, que actualmente está en obras, y en otro local que tengo. Pero también tengo el proyecto de hacer una escuela de hostelería y un hotel en una finca que tengo en Casar de Cáceres, junto a la Nacional 630, pero para eso necesito que alguien esté interesado en invertir. El proyecto está hecho y contempla todo lo necesario para una escuela de hostelería. Generaría un buen número de puestos de trabajo.