"Sombrero en mano entró en España". La charanga entró en el bar del centro de la ciudad en el que degustábamos unas tapas con sus correspondientes cervecitas con los sones del pasodoble. Puesto que "mover el esqueleto" al ritmo de la música no es patrimonio de ninguna edad o condición, de inmediato los cuerpos comenzaron a agitarse. La jaca que galopa y corta el viento caminito de Jereeez invitó a muchos y muchas a acompañar con sus voces al grupo musical y a moverse por el local. Porque ya han demostrado en los hogares de la Tercera Edad que el glorioso pasodoble español es lo más adecuado para las artrosis y prótesis de cadera.

Más adelante pasaron a recomendarnos que no nos fuéramos de Navarra y a los sones de una jota salieron varias gogós jugando con sus brazos y sus piernas. Como está muy feo comparar no entré en consideraciones acerca de su parecido o discrepancias con las chicas que alegran las casetas de ferias, aunque ciertamente estaban más entradas en años y carnes y no sé si este fue el motivo de que nadie sacara el móvil para perpetuarlas en el recuerdo. Nos pasearon por la posguerra acompañados de Rascayú y se despidieron con Mari Luz, apaga luz, Mari Luz, apaga luz. Es lo que tiene Cáceres. Que en unos días pasamos del esplendoroso Womad a la charanga y en unas horas de Los Secretos a Mari Luz. Pues eso, apaga y vámonos, que la feria se acabó.