TCtuando éramos inocentes parvulitos de caras angelicales, aquellos dilectos maestros de entonces se empeñaron y consiguieron enseñarnos a juntar las letras y recitar las palabras en alta voz; aunque tartamudeando de temor, por aquel desdichado axioma --que entonces se tenía como norma infalible de la buena didáctica-- que decía: "La letra con sangre entra". Lo que significaba un doloroso "papirotazo" si confundíamos una letra con otra, o si nos atascábamos en mitad de una frase. Muchísimos de aquellos incipientes lectores de calzón corto no pasaron de esta fase del aprendizaje, y han seguido apenas juntando las letras para leer, a trancas y barrancas, lo que la sociedad intenta transmitirles o enseñarles.

Una verdadera desgracia; porque hoy la vida se ha complicado de tal manera que ya no basta saber leer e interpretar los mensajes, enseñanzas o informaciones que nos inundan por todos lados; sino que hay que aprender a "releerlos" con mayor atención para constatar que no hemos confundido las letras --muy especialmente las "letras de cambio"--; las palabras y expresiones escritas el letra menuda; las condiciones en las que se nos hace un contrato, se nos otorga un préstamo o se nos carga con una hipoteca. Es importante saber leer y aprender a releer muchos documentos e informaciones que nunca sospechamos que pudieran ser motivos de engaño, de manipulación o de tergiversación para apoderarse de nuestra pobre hacienda; para quedarse con nuestros ahorros o para expulsarnos de nuestra casa. Hoy ya muchos desaprensivos que no aprendieron a leer las letras de menor tamaño, antes de firmar ciertos documentos, saben que la justicia nació en nuestra sociedad actual para garantizar los beneficios de usureros y prestamistas, por encima de los derechos básicos de ciudadanos ingenuos, que no saben releer lo que rubrican.

XA VECES,x conviene también saber releer los simples folletos publicitarios de ofertas, rebajas o promesas que no son verdaderas ni sinceras. Una antigua revista satírica de notable ingenio y originalidad --¡por eso la incautaba tan a menudo el gobierno de la dictadura!-- titulaba una de sus secciones fijas: "Donde no hay publicidad, resplandece la verdad". Subrayando muy especialmente la publicidad gubernamental, que era en la que más destacaban los engaños. ¡Justo como ocurre ahora!

Como decimos arriba, la inmensa mayoría de los españoles no ha sabido "releer" los programas electorales de los partidos políticos en las pasadas elecciones legislativas, por lo cual han vuelto a incurrir en los mismos errores del pasado. Un buen maestro les hubiera dado un "papirotazo" para que espabilaran. Aunque, ya para eso sea muy tarde... ¡No espabilarán nunca! Volverán a sentirse defraudados, engañados, impotentes, al dejarse llevar por la publicidad en vez de por la verdad. A la que hubieran descubierto solo con "releer" las falsas promesas de los mítines, las fantasías creativas de los panfletos o los "cuentos de la lechera" que se han repetido en los debates televisivos.