Presidente de la Unión de Cofradías

En el año 1968 tenía el infortunio de perder a mi madre, una mujer que, tras diez años de viudedad, marchaba de este mundo dejando a dos hijos huérfanos. Días después de este lamentable desenlace, mi hermano y yo ingresábamos en el colegio de San Francisco, donde permanecimos hasta el año 1978.

Indudablemente nuestra estancia allí fue muy dura, sobre todo al principio. El calor y el cariño de nuestra madre era muy difícil de olvidar. Pero la vida continuó, seguimos creciendo y nuestra vida en el colegio San Francisco nos iba forjando para abrirnos camino en el futuro.

Con la aparición de la Asociación de Antiguos Alumnos de este colegio, está comenzando a cobrar actualidad la historia en esta institución. Pero me llama poderosamente la atención que, tanto en publicaciones, exposiciones u otras actividades, se hace hincapié en lo que fue la vida del internado hasta el año 1964 en que marcharon los Salesianos.

No se comenta nada de la vida del mismo durante las décadas de los 60 y de los 70. Indudablemente los tiempos anteriores fueron muy duros, como lo fue en todo el país en general, pero a partir del año 1964 éstos dieron un giro de 180º.

En la época referida la estancia en el colegio se prolongó hasta finalizar el servicio militar y los alumnos salíamos a estudiar en la Escuela de Maestría Industrial y al Taller Escuela Sindical "Virgen de Guadalupe", habiendo quienes al finalizar sus estudios en Cáceres fueron a continuar los mismos en Béjar y en Sevilla. Pese a la dureza que siempre supuso la vida en un internado de esos tiempos, el régimen de libertad ganó enteros: las salidas a la calle eran diarias para los mayores de 14 años. La educación religiosa, estricta e insufrible en épocas atrás, pasó a ser más moderada: misa los domingos a las nueve y sabatina los sábados a las dieciocho y treinta.

Había quienes trabajaban en el exterior continuando su vida en el colegio, ingresándose en una cartilla el dinero que ganaban y que al marcharse del mismo se llevaban. También hubo quienes continuaron en el internado una vez cumplida la edad reglamentaria, porque sus necesidades no le permitían todavía la emancipación. Las maletas salían llenas de, además de las pertenencias personales, una formación académica, unos ahorros y la ilusión de comenzar una nueva vida formando una familia. Junto a la fotografía de la emancipación de varios alumnos en el año quiero ver otra donde aparezcan los siete alumnos que en el año 1973 marcharon a trabajar a Almaraz de la mano de los empresarios cacereños Luis González Cascos y José Antonio Bravo Morcillo; o que hablen de personas como Indalecio González Ollero y Manuel Moreno Vázquez (antiguos director y funcionario jubilado de la Escuela de Maestría Industrial) y cuenten la cantidad de alumnos de este colegio a los que colocaron. También quiero ver la fotografía de aquellos alumnos que salieron del colegio camino de la iglesia para contraer matrimonio (hubo quien lo hizo con más de cuarenta años). Hay algo que debo reconocer: la convivencia durante estos años con compañeros que habían vivido bajo la disciplina salesiana me creó una concepción negativa de esta congregación. En realidad no había razón alguna para ello, pero atrás quedaban muchos días de connotaciones negativas sobre los mismos. Aquí sí que se produjo una acción psicológica sobre mí.