El personal de los bares y los tenderetes, auténticos expertos en festivales, destacaban ayer dos aspectos: el ambiente rock-ligth de Cáceres y el consumo de alcohol. "Voy al Viña Rock, al Sonorama, a todos los certámenes alemanes, y son auténticas mareas negras. Aquí hay color, una mezcla pop-rock que llama la atención. Vendo menos artículos heavy, ¡pero más anillos!", decía sorprendido el argentino Gerardo en un puesto de bisutería hard rock . A su lado, Alberto, vendedor peruano: "Aquí se gastan todo en bebida. Lo que más me compran: papel de fumar y camisetas de AC/DC y Extremoduro". En el puesto de 12 churros a 4 euros opinaban idem: "A ver si comen algo".

Y es que el verdadero ambiente estaba frente al escenario, y sobre todo en la zona de acampada, donde miles de jóvenes compartían ayer césped, botellón y resaca. Porque a Extremúsika se va a escuchar rock, pero también a probar suerte... Eso sí, Cáceres daba su tinte como a casi todo y en efecto, los rockeros de siempre se echaban unas copas con jóvenes de camisetas pijas y gafas de marca. "El certamen está bien, pero el gran fallo han sido los servicios y las duchas, a ver si ponen más. Nosotros nos abonamos para el próximo año", señalaron Angel y Basi, de Salamanca.

Entre tienda y tienda, cada uno tenía sus opiniones. Aitor, de Montehermoso, estaba ayer encantado con Saratoga: "Compré las entradas hace meses"; Alvaro, fan cacereño de Barricada, afirmaba que en la capital "el rock también existe"; Susi, de Gerona, estaba un poco mosca por la prohibición de entrar con autocaravana; y Miguel, de Córdoba, todavía se estaba recuperando del viaje en un autobús expresamente contratado para el evento. Un grupo moralo se apelotonaba en torno a una minitienda: "No, claro que no cabemos, es sólo para la bebida"; pero los reyes de la acampada eran Angel y Pedro, de Badajoz, con su parrilla y sus sillas de campo: "Con las chuletas sí que ligas", descubrieron.

Por haber, hubo hasta graffiteros consentidos por la organización, que les facilitó grandes planchas para que pudieran expresarse. Y pese a la multitud y al ambiente, Cruz Roja sólo tuvo que atender 15 casos en la noche del viernes (esguinces, bajadas de tensión...), ninguno grave salvo un ataque epiléptico, y sólo dos intoxicaciones etílicas. Todo un récord a la baja en un concierto masivo. La ONG mantuvo ayer un servicio intensivo con 5 ambulancias y 35 voluntarios de Villanueva, Cañaveral, Alcántara, Madrigalejo, Garrovillas y Cáceres.