Jaime Silveira, cacereño de origen, trabajaba como electricista y llevaba una vida normal, pero los efectos de la crisis y problemas personales le metieron en una espiral negativa, con ciertas adicciones. Ahora está acogido en el centro de Cáritas. "Era reacio a pedir ayuda, pero aquí me han aconsejado y me han permitido estar el tiempo suficiente hasta tener plaza en una comunidad terapéutica para resolver mi problema", relata. "Estar con los compañeros y conocer sus vivencias me ha servido para querer encauzar mi vida", afirma.