En 1926 se abrió la, ampulosamente bautizada, Gran Vía. Para ello fue necesario reordenar toda la zona y hacer desaparecer la plaza de las Piñuelas Bajas. Subiendo por ella nos encontramos con la blasonada casa de los Laboreiro y, mirando a nuestra derecha encontramos un arandel, esa solución constructiva tan cacereña, que permite suavizar los desniveles del irregular terreno y facilitar el acceso a vías situadas a diferente altura. Suelen ser construcciones en sillarejo o mampuesto y, éste precisamente, muestra una interesante bóveda latericia en las escaleras.

Sobre el arandel se alza el palacio de Albarragena, que fueron, originariamente, las casas de Hernando de Ovando, no el comendador de Santiago, hijo del capitán Diego de Cáceres Ovando y constructor del palacio de Canilleros, sino su primo, hijo de Diego Fernández de Mogollón y de Teresa Alfón de Ovando. Este Hernando fue el progenitor de los Ovando Saavedra, señores de Seguras y Mogollonas, que ocuparon esta casa y de los Ovando Perero, señores de la Casa Fuerte de las Seguras, cuyo solar, en la calle Olmos, ya visitamos.

Puede decirse que no quedan restos de lo que fueron las casas originales, ya que sufrieron profundas reformas, la más atrevida en el siglo XIX, dándole el aspecto de las casonas cacereñas de aquella época. Es de notables dimensiones, con amplia fachada esgrafiada, en la que reinan los vanos adintelados. Así la portada berroqueña es amplia, hermosa y arquitrabada. Se muestran altas ventanas con rejería en la planta baja y seis balcones con hermosas forjas en el principal, uno de ellos con un magnífico mirador. El zaguán es amplio, con una espléndida escalera y decorado con azulejos que le dan un aire meridional.

La primogenitura de esta familia recayó en los Cabrera, vizcondes de la Torre de Albarragena, procedentes de Alcántara y la propiedad de la casa pasó a los Rosado, y, en ella, tiene hoy su sede ACISJF y su impagable labor social a cuya cabeza está Corazón Rosado. De este palacio sale, el Domingo de Ramos, el paso de La Burrina, de la Cofradía de los Ramos, grupo de escayola de Olot, que adquirió aquella hermandad en 1947. No es el único palacio del que sale una procesión, ya que el Viernes Santo hace su salida el Cristo de la Expiración, de Pedro de Paz, del palacio de Roda.

El jardín

En la Corredera de San Juan hoy se haya un jardín, pero aquí se hacían mercados, hubo un generador eléctrico y se levantó una barraca en la que se exhibieron en Cáceres las primeras películas. También está muy reordenado este espacio, ya que existieron algunas calles, hoy desaparecidas, como el Callejón de Ovando, que se situaba entre la calle Gallegos y la hoy plaza del Doctor Durán, frente a la construcción que ahora veremos.

En la Corredera se levanta otra amplísima construcción de la misma familia que la anterior, el palacio de Oquendo, que fue el solar de Rodrigo de Ovando, éste sí, hijo del Capitán, cuyos descendientes fueron Señores de las Seguras, de la Torre de la Higuera y Vizcondes de Peñaparda de Flores, y cuya primogenitura acabó recayendo en los Condes de la Torre de Mayoralgo, por el matrimonio de Dolores de Ovando con Miguel de Mayoralgo, siendo éste uno de los seis palacios que éstos poseyeron en Cáceres en el XIX. También se encuentra notablemente reformado en el XVIII, mostrando, al exterior, ningún signo de notable antigüedad. Es muy hermosa la portada, adintelada y decorada con dovelas resaltadas, dispuestas de forma alterna. El vano superior, con idéntica decoración, se coloca sobre un atrevido balcón, coronado por un entablamento, a modo de tejaroz y dispuesto sobre una rotunda moldura. Los escudos que se disponen en la fachada de Narváez y Ulloa, coronados, son contemporáneos y hacen referencia a los anteriores poseedores del palacio, los Marqueses de Oquendo, quienes adquirieron la casa.

Sí quedan en el interior restos de las antiguas construcciones. Posee un hermoso patio, elegante y equilibrado y una estancia con una curiosa bóveda de tercelete. En el interior se encuentra un magnífico vano gótico, situado sobre lo que, un día, fue la fachada original, retranqueda para construir la actual, a través de un interesante sistema de bóvedas latericias. La última de la familia que tuvo la propiedad de la casa fue Dolores Narváez y Coello de Portugal, marquesa de Camarena, que lo vendió a una cadena hotelera, que lo rehabilitó magníficamente.

Reformas y más reformas, que privaron a los edificios de su sabor medieval y les fueron dando aires palaciegos, casas adaptadas a los gustos y circunstancias de la época. Por el arandel, bajaba un niño tímido, que iba a hacer los recados a su tía Adela, esperando a que un guardia le indicara cuándo podía cruzar. Pasa el tiempo más deprisa de lo que imaginó y hoy sólo desea que éste se detenga y no le robe la pureza que guardó en su corazón.