Algunas de las más importantes ciudades del mundo presumen de tener un símbolo que las identifica y ante el que quedan embobados los turistas. Es el caso de Bruselas con su Manneken Pis y Copenhague con la Sirenita. El primero hace alusión a varias leyendas que recuerdan la pérdida de un niño al que más tarde encontraron meando. La segunda a la fascinación de los marineros por las sirenas.

En Cáceres no teníamos nada parecido y como aquí hay gente muy rara algunos pretendían que se colocara la efigie de un insigne prócer de la cultura o incluso una librería, pero ignoraban que en esta ciudad es más fácil abrir un bar que abrir una librería, pues parece ser que algunos bares se han abierto sin licencia o sin licencia para tener determinados artilugios. Otros, más proclives a las esencias del terruño y a la necesidad de promocionar los productos autóctonos preferían poner una bellota.

SIN EMBARGO nuestros regidores, mucho más listos y prácticos, han colocado una terraza de bar en el mismísimo Arco de la Estrella, la entrada principal del recinto amurallado. ¿Qué habrán querido decir al mundo entero nuestros regidores. ¿Está clarísimo que no han pretendido promover la cultura, cosa muy peligrosa pues la gente que se culturiza puede llegar a pensar y eso quizás conduzca a situaciones no deseadas por ellos. Sería de necios concluir que tratan de hacer patentes los productos autóctonos pues esta no es tierra de viñedos ni bodegas sino de alcornoques.

Simplemente están diciendo que en esta ciudad la dispensación y el consumo de alcohol y sus sucedáneos están protegidos. Pero la felicidad dura muy poco en casa de los pobres. Según el portavoz de la corporación municipal la medida es provisional. ¡Qué pena! Lo siento por el Arco de la Estrella, pues debe ser el único punto de Cáceres en el que no existe la terraza de un bar. Pero no se le ocurra poner un tenderete con libros en dicho lugar, ni aunque sean para regalarlos, porque le pondrán una multa.