Antonia Sánchez lleva 30 años viviendo en Caleros. Ayer, junto a otros vecinos de esta calle, hermana de honor de la cofradía de la Montaña, volvió a repetir el ritual que precede a la procesión de bajada de la patrona. "Me gusta engalanar la calle, me animo mucho cuando pasa la Virgen por aquí y creo que es algo muy bonito", dice mientras su marido da los últimos retoques de pintura a la reja de la fachada.

Ayer, los vecinos de Caleros se afanaban por encalar sus casas. Con una tela metálica confeccionaron un gran rulo sobre el que colocaron flores de tela. Apoyado sobre unos varales hechos con palmas de la palmera de una vecina, lo instalaron de un lado a otro de la calle hasta formar un gran arco bajo el que hoy desfilará la patrona.

Tampoco olvidaron las banderitas, "las ponemos de todos los colores", dice Antonia entre risas, que recuerda cómo el vecindario adorna los balcones con colchas antiguas, mantones de manila y sus mejores mantillas.

Camareras

La colocación de las flores de la patrona y los adornos de Santa María son otra tarea importante, que corresponde a la camarera de ornato, Pepi Bravo Perera, conocida cacereña que lleva en el cargo desde hace ya 23 años.

"Las flores las paga el pueblo con el dinero que aporta la gente cuando sube al santuario", explica la camarera, con la que colaboran Lola Aranguren, Carmina González, Pepi Barroso, Julita Herrera, Loli Turégano, María Antonia Muriel, Clara Moreno, María Luisa Domínguez, Marisefa Villarroel, Martina Garrosa y Pilar Campos.

Las flores del novenario se cambian cada dos días y en cada cambio se colocan 49 docenas de gladiolos, 90 de claveles, 10 de antirrinos y 90 paquetes de margaritas, que suman más de un centenar de varas. Las flores se adquieren en varias empresas.