La gente va y viene por la calle, ajetreados, con prisa, con papeles debajo del brazo.Normalmente, la apariencia no comulga con aquello que las personas albergan dentro.Juan Méjica es un hombre normal, sin extravagancias, de apariencia sencilla. Alguien que pasaría desapercibido paseando por la calle.Pero la realidad es que Juan Méjica es geógrafo, historiador, jurista, urbanista, doctor de la Universidad de Oviedo y autor de 82 libros. Además de todo ello, es sobre todo, artista. Y siete de sus esculturas podrán contemplarse a partir de mañana en Cáceres, en el parque del Rodeo, el cual se convertirá en un museo al aire libre para todos los cacereños hasta el 7 de septiembre.Este inventor de arte nació en Asturias hace 55 años y si sus días tienen más horas que los del resto de los humanos o no, es un misterio, pero en este tiempo ha creado pinturas, esculturas, parques de 5.000 metros, puentes en Noruega, ilustraciones... aparte de sus 40 libros de derecho y 42 de ensayos.Esta mañana en Cáceres, la alcaldesa Elena Nevado ha presentado la exposición al aire libre de una parte de su obra escultórica, que no dejará indiferente a nadie, ya que se tratan de piezas de acero y cobre de hasta 4 metros de altura. La regidora se muestra contenta de que esta ciudad sea la elegida para esta exposición, que ha estado en lugares como Francia, Holanda, o EEUU, entre otros. Los universos de MéjicaSus "creaciones neourbanistas" son conjuntos monumentales o iconos coloristas que se sirven de elementos como el agua o el sol para expresar su arte. También ha inventado 'puentes mágicos' y 'parques didácticos' que se introducen en la naturaleza. Para inspirarse, procura fagocitar todo lo que se encuentra a su alrededor. Se le considera, por tanto, un discípulo aventajado de Miró. Se define a sí mismo como "esencialmente español y radicalmente moderno", palabras que dibujan la trayectoria de las obras y la brillantez de este autor.Méjica dogmatiza que "el futuro es un continente que siempre viene hacia nosotros y tenemos que subirnos a él". Por tanto, sus obras no iban a salirse de esa línea y asegura que se pueden tocar, que los niños (o todo aquel que lo desee) pueden subirse, jugar, soñar, volar e incluso cabalgar. Son esculturas para ser vividas. Y ahora en Cáceres, los ciudadanos podrán acercarse a admirar o conocer su obra, a adentrarse en el mundo neocubista y del ojocentrismo.