Los ascensores son unos aparatos fascinantes que dan mucho juego en la convivencia diaria. Había uno en el edificio Múltiple en Cáceres muy entretenido. Montabas en él y nunca sabías si iba a subir, a bajar o se detendría entre dos plantas.

La conversación era muy variada y jugosa. Que si el tío de la ventanilla tenía muy mal carácter, que si la hora del café duraba mas de una hora, que si le faltaban varios papeles, que si ahora tengo que ir a un banco y luego volver a la ventanilla. Puesto que el del mal carácter se quejó, lo han cambiado. Una pena.

El ascensor es uno de los pocos lugares en los que aún existen normas de educación. "Buenos días. ¿A qué piso va?". Antes de montar debes hacer un cursillo sobre meteorología. Porque está prohibido hablar de política, de religión y de mujeres, a estas solo se las mira y no se las toca, si acaso se las roza, pero del tiempo seguro que hablarás.

Infórmate acerca de los currículos de las diversas enseñanzas para interesarte por los estudios de los nenes y jóvenes que suben contigo. Y apréndete el plano del edificio, que siempre te equivocas y das al primero cuando esa señora es la del cuarto y si subes con la del segundo, que está de muy buen ver, das al sexto, pillín.

Y el día que subes con ella no te pongas a contemplar el techo para dar la impresión de que no le miras las tetas y el culo de reojo. Porque ella también te mira de reojo y pretende adivinar lo que estás pensando, lo cual no es difícil de averiguar por cierto. Mírala directamente y no hagas el ridículo.

No te fíes de que soporta hasta trescientos kilos. No montes con dos gordos porque nadie sabe cómo se abren las puertas en caso de emergencia y los bomberos tardan en llegar.

Los ascensores siempre circulan a la misma velocidad excepto cuando te estás meando.