Sor Alfonsa era menudita y entrañable. Llegabas al jardín de infancia y era ella la que te recibía, con su sonrisa, su hábito blanco, su rebeca azul, y tú llorabas porque llegar al parvulario era un drama y tu infante cerebro no entendía aquella drástica separación del seno familiar. ¡Y qué paciencia tenía en ese momento Sor Alfonsa!, tan cariñosa, que todavía sigue al pie del cañón y aún hoy se acuerda de ti, con tu nombre y tus dos apellidos.

Entonces el cole estaba en Gil Cordero, donde el Almonte, porque Las Josefinas (el Colegio La Asunción), popularmente conocido como La Pepas, fue fundado por la Congregación de Hermanas Josefinas de la Santísima Trinidad en el año 1950 en Cáceres. Anteriormente, las hermanas habían ejercido su labor docente en distintos lugares de la ciudad hasta que en 1978 la congregación se trasladó a su ubicación actual de la calle Argentina, que entonces aquello era un descampado y te parecía el fin del mundo. Pero en ese momento ya estabas más hecho porque habías llegado a 1º de Preescolar, con Toti , y luego con todas las demás: Elena , Mari Carmen Rosillo , Candela , Sor Julia o la señorita Manoli , la señorita Merche , porque las que eran monjas eran Sores y las que no, eran señoritas. De manera que aquello estaba lleno de Sores : Sor Inmaculada , Sor Arancha , Sor Raquel , Sor Covadonga ... Y en 6º de EGB Sor Teresa .

Y luego estaban María José , M Angeles , Carmen Román . Marisol , Puri , bueno, y muchas más Sores: Sor Teresa Rey , Sor Teresa Villarín y la gran Sor Mercedes del Mazo , a la que todos llamaban Sor Flauta porque daba música. Sor Flauta era un encanto, agradable, cariñosa... Empezaba el curso y lo primero que te hacía era una prueba de música: ¡¡y hala!!, tú a cantar, y ella dale que te dale con el piano. De esas pruebas no se libraba ni el Tato, y claro, tú entrabas con mucho miedo, hasta que Sor Flauta te decía: "Mira hijo, tú mueve solo los labios para que cuando tus padres vengan te hagan la foto, pero por Dios, nooooo caaaantessss!". Consciente de que tenías un oído frente al otro, te aliviaba el realista consejo de Sor Flauta.

Eran tradicionales las tablas de gimnasia en el Serrano Macayo: para los finales de curso se organizaban todas las coreografías y a todo el mundo le gustaba estar en las primeras filas de aquellas tablas. Después estaban los bailes en El Brocense, los villancicos de Navidad... y el día de tu Primera Comunión, que generalmente la Comunión la hacías en Fátima, con el padre José Luis Caldera , de la familia de los Caldera, los fotógrafos de Cáceres de toda la vida.

Los vestuarios del colegio merecían capítulo aparte: al principio eran solo para chicas y luego los dividieron al hacerse el colegio mixto. Cuando acababas la clase de gimnasia te duchabas y te ponías de nuevo el uniforme, porque aquello del uniforme era sagrado: si no lo traías debías llegar al colegio con un justificante de casa y si no había justificante, te podías olvidar de entrar en clase. Las niñas solían recogerse las faldas, por aquello del afán contestatario tan propio de esa edad, ¡y qué tirones les daban las monjas bajando por las escaleras...! porque la falda tenía que estar siempre en su sitio.

El horario

En aquellos años había clases por la mañana y por la tarde, y luego, al terminar la clase podías ir a voleibol o baloncesto. El monitor de voleibol era Yiyi Vera , de la familia Vera de Cáceres, todos ellos muy ligados a este deporte, y el de baloncesto era Agusti Valiente . De guitarra daba clase Alfredo Durán y de Pintura, Massa Solís .

Esas actividades solían coincidir con el momento en que a las internas les daban de merendar: muchas veces era pan y una tableta de chocolate y otras, 'Merendina', que era una versión de la 'Nocilla'. A las seis menos cuarto la monja de turno salía al patio a repartir la merienda y los externos, allá que trataban de colarse, casi siempre de manera infructuosa, para llevarse algún bocado.

En el colegio se celebraba mucho Eladio Mozas Santamera , que era el día del patrón, el 18 de febrero, y todos se compraban el libro del padre Eladio y la madre Margarita , que era un libro de color marrón, muy finito, de obligada adquisición, lectura, y trabajo incluido.

Aquellas cosas de las tablas y del uniforme, que primero era pichi y después ya solo falda, duraban hasta 8º de EGB porque en BUP se generaba el gran cambio de tu vida: te trasladaban de pabellón y, de pronto, ya te habías hecho mayor. Llegaba al colegio la avalancha de chicos del Diocesano, del San Antonio, del Licenciados... y en los recreos ¡podías salir a la calle! Había tres sitios de parada obligada: el señor Pascua , que el padre era contable, y que tenía una tienda de golosinas en la calle Argentina, Michel , donde te comprabas los bocadillos de mortadela a 80 pesetas, y el quiosco de Paqui , que empezó a vender los cigarros sueltos y aquello fue la bomba.

En las aulas te encontrabas con nuevos profesores: Lola , de Latín, Marilé y Luci de Inglés, Blanca , de Arte e Historia, Pilar Sánchez , de Geografía, Jesús que era de Chiclana y daba Filosofía, María Eugenia , de Física y Química, Puri , de Matemáticas, Javier , de Historia y Literatura, Rosario que hablaba así como argentino y estuvo un año, Socorro Montero , Javier Bohoyo , que era el de Educación Física, Andrés Talavero , que impartía Dibujo, y Sor María Luisa Sánchez , que era la directora.

A medida que pasabas de curso te iban cambiando a una planta más alta del cole, de modo que los de arriba del todo eran los de COU, así que cuando llegabas a COU ya sí que eras el rey del cotarro porque ibas a hacer la Selectividad. Entonces estabas deseando que llegara la fiesta de fin de curso, que se celebraba en el Alvarez o en las casetas de la feria de Mayo, días antes del encendido oficial de San Fernando.

Edificio Europa

Los alumnos vivieron la construcción del Edificio Europa, y muchos se fugaban de clase para ver cómo levantaban el Eroski. Empezaron a ponerse de moda las amenazas de bomba y cada dos por tres los desalojaban, casi siempre al edificio de enfrente, así que menos mal que siempre era una falsa alarma porque si hubiera sido de verdad allí no se hubiera librado ni Dios.

Eran los escolares quienes organizaban las excursiones de fin de curso a Torremolinos y Sierra Nevada, que se pagaban con el dinero que se sacaba de los cotillones que organizaban en Nochevieja en el Ara y en la Lonja, o en el desfile de modelos de la Capitol, con ropa de La Gitana, Puche y José Luis.

De niños acudieron a llevar flores a la Montaña cada mes de mayo, de adolescentes vivieron el ascenso del Cáceres a la ACB, iban a Vivaldi, La Chimenea, El Castillo, La Troya y salían por Zulú, La Cosa Nostra, La Ventana y el Por Ejemplo. Entonces Pitoño te pedía 25 pesetas a cambio de enseñarte los calzoncillos o cantarte una canción y Zacarías , en la estación de autobuses, aún seguía con su muleta.

Todos ellos formaron parte de la generación nacida en los años 77, 78 y 79: Marta Sánchez Arroyo , Javier Corrales , Amaya , Sonia , Ana , Adelina , Paloma , Marian , Carlos Peliche , Miriam , Mariuca , Mónica , Rubén Núñez , Agustín Perulero , José Manuel Laso Mota , Valiente Peña Zubi , Javi Corrales , Mariño , Manuel García , Germán de Manuel , Dani Bañeza , Diego Arroyo , Belén Domínguez y tantos otros, imposible citarlos a todos.

Hoy, viven repartidos por diversos puntos de España, Londres o Nueva York, y muchos de ellos prevén acudir el próximo 2 de marzo a la comida de reencuentro que celebrarán en el Agora. Será el momento para recordar esas pequeñas grandes cosas: Sor Alfonsa y Sor Flauta, el ascenso del Cáceres CB, los cigarros sueltos del quiosco de Paqui... Será el momento de recordar sus años en Las Josefinas, el colegio donde aprendieron que esas pequeñas grandes cosas son las que dan sentido a la vida.