"Venga ahora un ataque de besos" le dice Javi a Yael, su hijo. Y Valeria, la hija de los del puesto de al lado se avalanza sobre Yael: "¡para, para...!", le grita el niño. Se hicieron amigos en el pasado Womad y ahora son inseparables, como Javi y su tambor. "Se lo compré aquí el año pasado. Nos da unas latas. Ahora quiere ser músico", comenta entre risas su padre desde su puesto de pendientes en Santa María.

Algo en el cielo llama la atención de Javi. Son las mazas D. J. (David Jones), un viajero de Liverpool que ha venido solo a Womad. "Ya he hecho amigos. Estar en la calle ayuda", explica el malabarista. "Aunque no me importaría echarme novia. Así que no olvidéis decir que soy un tío guapo y que duermo en el albergue de Valhondo", bromea.

Juanjo, Silvia, Sergio, Claudia, Alejandro, Emilio y Candi beben unas cervezas bajo los portales de la plaza Mayor mientras se resguardan de la lluvia. Acaban de llegar de Badajoz pero están seguros de que hoy lo pasarán en grande. Como Marta, Ana, Bea e Ismael, unos estudiantes de Talayuela: "hoy botellón todo el día. Va a estar genial", se sonreían unos a otros mientras brindaban para este diario.

En Las Veletas el argelino Mahdi prepara cous-cous al ritmo de los timbales. "Hay que disfrutar de la música hasta cocinando. Esto es genial", decía. Bajando las escaleras de San Jorge suena música electrónica. Es una disco improvisada en las escaleras del Arco de la Estrella. Siggel (el rasta de Plasencia, como se presentó a este diario) baila con Begoña, de Castellón. Y el ataque de besos vuelve a resurgir. Sieggel se abraza a Begoña: "no somos pareja", dice ella, "pero le he dicho que le doy de plazo hasta el primer concierto. Seguro que me va a conquistar", se ríe Begoña guiñándole un ojo a su compañero.