No sé si los ciudadanos se han dado cuenta de la importancia del Ateneo. Una importancia que no le viene exclusivamente del número de socios --unos 500, algo desconocido en una asociación cultural en nuestra tierra--, sino de las consecuencias que de su actividad se deducen.

Una inmediata, que consiste en que permite a los cacereños el acercamiento a personali-dades de los diversos campos de la cultura, la política, las artes, la comunicación. Probablemente nunca hemos tenido la oportunidad de escuchar y discutir con tanto personaje relevante como ahora.

En segundo lugar, la dinámica del Ateneo favorece la participación como nunca antes se había hecho, de manera que no propicia un acercamiento a la cultura como mero oyente sino como protagonista. Ahora funcionan varios grupos con intereses diversos, historia, literatura, artes, etcétera, organizados, dirigidos y por los ateneístas.

En tercer lugar hay unos logros que se conseguirán a medio plazo. Se ha pasado a una cultura activa y eso provocará la aparición de artistas de toda clase, escritores, críticos y lectores. Al no quedarse en el mero escuchar al personaje sino intervenir directamente mediante el diálogo y la discusión se propicia un nuevo tipo de ciudadano, participativo, activo, reflexivo, crítico. Aspectos que enriquecerán nuestra vida diaria, ayudarán a encontrar soluciones a los problemas que nos aquejan y dinamizarán esta sociedad tan anquilosada.

No he dicho nada en relación a la libertad de criterios que preside este ámbito cultural porque si no hubiera libertad no estaríamos hablando del Ateneo sino de una secta. Una libertad que comienza por la de constituir la comisión que uno considere necesaria. Ahí es nada.