Doscientos euros en verano y 50 euros de forma ocasional es el único sueldo que han podido cobrar Amparo Mingo y Laura Valle en seis meses, por lo que subsisten gracias al trabajo de su pareja y a sus padres. Sin embargo, de momento, les importa poco. "Hacemos lo que verdaderamente nos gusta y eso es lo que cuenta", declara Laura Valle. Desde que abrieron su centro especializado para la atención de las deficiencias del aprendizaje escolar, estas dos jóvenes pedagogas cacereñas, ambas tienen 25 años, sólo pueden cubrir gastos ordinarios con lo que reciben de los niños que atienden. Con la subvención que les concedió la Junta, 20.000 euros, han recuperado la inversión inicial.

Comenzaron con un niño en febrero, ahora tienen 11. "Con 5 más a lo mejor podríamos ponernos un salario de unos 700 euros". Tampoco es mucho, pero es casi lo que cobraba Laura Valle en Madrid en varios trabajos precarios con los que apenas podía pagar el alquiler del piso. Así que, de momento están "muy contentas". "Pensábamos que nos iba a costar mucho más", afirman.

Su actividad es nueva en Cáceres y eso supone una dificultad añadida, porque hay que abrir camino. "Nos llama mucha gente pensando que damos clases particulares y los padres no entiende que esto es como una terapia y que, luego, el niño tiene que hacer los deberes en casa. Los padres tienen que cambiar la mentalidad". Su asistencia está dirigida al déficit de atención, dislexia, comprensión lectora... Además, realizan talleres específicos, como ortografía o técnicas de estudio.

Podrían haber optado por la educación pública a través de oposiciones, pero no tenían ánimos para ponerse a estudiar. Acudieron a la Cámara con la idea de montar un gran centro con otros terapeutas (psicólogos, logopedas). La información recibida en la Cámara y la opinión de otros profesionales les hizo desistir del macroproyecto por su envergadura y la complicación burocrática. "No sabían ni cómo clasificarlo, nos dijeron que nos meterían en la categoría de guarderías, por lo que todo se complicaba, hasta el local, que tenía que ser un piso bajo, y ni siquiera en la Seguridad Social sabían en qué apartado de actividad clasificarnos". Redujeron sus aspiraciones, y las dimensiones del centro. Ellas trabajan solas, aunque en colaboración de otros despachos profesionales, como psicólogos infantiles o logopedas.

Ni el hecho de ser mujeres o jóvenes les ha supuesto de momento ningún problema. Parece que todo lo contrario. "La gente se fía de nosotras y los niños se sienten atraídos por nuestra juventud". Eso sí, al principio de iniciar los trámites --hace más de un año-- "no dormíamos nada, era agobiante todo el papeleo, las gestiones..., y como no teníamos dinero, todo lo hacíamos nosotras". Ahora, la tensión se ha "relajado" y lo que más les gusta de todo es que "somos nosotras las que tomamos las decisiones".