Cualquier usuario de un servicio público tiene los mismos derechos que los demás. Sin embargo, esto no siempre se cumple. Y a los usuarios de la línea 9 del autobús de Macondo les ha tocado la china. Macondo es un barrio residencial situado a las afueras de Cáceres, aunque sus vecinos paguen los impuestos asociados a la vivienda como si el barrio estuviera ubicado en el mismo centro.

Pues bien, el final de la línea 9 termina en Macondo, pero su parada no tiene marquesina ni bancos que protejan mínimamente al viajero de las inclemencias del tiempo y le den alivio en las esperas. Dicha parada estaba antes a la altura del número 31 de la calle José Arcadio Buendía, más o menos delante de los locales que ahora ocupa la Inspección de Trabajo. Antes de que se cambiara la parada, el viajero, además de subir la mitad de la cuesta, se podía proteger en los soportales del edificio Residencial Centenario.

Por alguna razón que se nos escapa la parada se cambió de lugar, aunque entre los usuarios de la línea, incluidos los conductores, circula el rumor de que un vecino de dicho edificio, cuya vivienda mira hacia el otro lado, protestó en el ayuntamiento -donde debería de tener sólidas agarraderas- para que la parada se cambiara de lugar porque le molestaba el ruido.

Y hete aquí que nuestro querido ayuntamiento, sin encomendarse a Dios ni al Diablo y sin tener en cuenta la opinión de los usuarios del bus, desplazó la parada cien metros más arriba en la misma calle; eso sí, hasta un erial acerado, situándola delante de una parcela aún sin desbrozar y sin abrigo alguno. Claro que a lo mejor la parcela es del ayuntamiento y la institución está pensando en el beneficio futuro de quienes la ocupen en un lejano día, aunque mientras tanto se esté perjudicando a los usuarios, muchos de los cuales son mayores o madres con niños. ¡Qué pasaría en el centro si vecinos celosos de los decibelios protestasen porque el autobús tiene una parada delante de su portal! Desde luego, si esta es la manera que se tiene de incentivar el uso del autobús para descongestionar el tráfico en la ciudad y hacerla más sostenible, que venga Dios y lo vea.

La autora del texto es Isabel Martín Palomino.