Dicen los científicos conocedores del asunto que en los próximos 10 años se producirán avances tecnológicos que supondrán más del doble de lo avanzado en los últimos veinte años. ¿Será verdad o se quedarán cortos? Hace muy poquito tiempo, si a usted se le hubiera ocurrido hablar de redes sociales o de sacar las entradas del fútbol por internet, le habrían tomado por una especie de visionario extraño o por un remedo cacereño de Julio Verne. Muy pronto, no podremos describir los avances a nuestros hijos, y no sólo porque no encontremos el vocabulario apropiado, sino porque sencillamente, no se lo creerán.

Cuando yo era mucho más joven y utilizaba los autobuses para desplazarme por ahí, acumulé toda suerte de vicisitudes y anécdotas, algunas divertidas y otras no tanto. Dicen que una fuente fiable de recuerdos reside en los olores que te hacen volver a lugares y situaciones ya vividas. Recuerdo muy bien el olor a carbonilla de las estaciones de autobuses; y a goma quemada; y a los carajillos que el personal se echaba al coleto desde bien temprano. Me acuerdo con nitidez de aquellos autobuses en los que se fumaba sin descanso, en los que se abrían las ventanas para dejar salir el humo de los cigarrillos o el olor agrio del vómito del que iba a tu lado.

Mantengo muy viva la imagen de aquellas ventanillas rotas, cuyas cortinas eran incapaces de parar el frío que se agarraba fuerte a los huesos y te hacía tiritar durante el resto del día. Siento la boca seca, como entonces, como si acabara de tomar un café en una de aquellas cafeterías frías e inhóspitas en las que los bocadillos de tortilla sabían a chorizo y los de chorizo a tortilla. No sé qué pensará usted, pero yo, que estoy escribiendo este artículo en un autobús y que, según dicen, voy a poder mandarlo por wifi, me siento extraño, desazonado, ansioso por llegar a casa y compartir con mis hijas lo que ha cambiado el cuento. Y si no fuera porque el olor de los pies del que va detrás me mantiene anclado al pasado, creería que no voy en bus, sino en otro aparato moderno y diabólico.