Es boliviano, tiene 40 años y desde hace ya varios años se siente un cacereño más. En el próximo mes de enero hará seis años que Luis Torres, casado y padre de dos chicos de 11 y 5 años, salió de su país buscando una vida mejor. Tras pasar cinco meses en Madrid y otros dos en Asturias, recaló en Cáceres, ciudad en la que tanto él como su mujer y sus hijos se encuentran "encantados" y se sienten "queridos". Aquí, señala Torres, "nos han tratado siempre muy bien", y se encuentran tan a gusto que, reconoce, "queremos asentarnos en esta ciudad para siempre".

Su mujer, costurera de profesión, trabaja en un taller de arreglos, y sus hijos, manifiesta orgulloso mostrando sus boletines de notas con calificaciones todas superiores al notable, estudian en el colegio Cervantes. "El mayor también cursa estudios de violín en el conservatorio", añade con satisfacción.

El, por su parte, es delineante de profesión y, aunque a ella se dedicaba en su país, era consciente de que aquí no podría trabajar en ello, pues "los estudios que se hacen en Bolivia no son los mismos que en España y no es posible la convalidación". Pero esto, reconoce, no le preocupaba, "lo importante era tener trabajo y poder darle a mi familia una vida mejor, algo que hasta ahora he podido hacer".

A Luis Torres, que es presidente de la Asociación de Bolivianos en Cáceres, nunca le ha faltado ocupación en esta ciudad. Una vez asentado en Cáceres trabajó primero en empresas de mudanzas, luego fue camarero y en el último año, concretamente hasta el pasado mes de enero, estuvo empleado en una empresa de materiales de construcción. Pero como a muchos otros trabajadores, a él la actual situación de crisis económica le ha llevado al paro.

En el pasado mes de enero se sumó a la larga lista de trabajadores del sector de la construcción que en el último año han perdido sus empleos y, ante la dificultad de encontrar otro trabajo, Torres decidió abrir un negocio, concretamente un locutorio de teléfono e internet. "En Cáceres hay ya cinco, tres de los cuales son de bolivianos, amigos que me indicaron que uno más se hace aún necesario, y me decidí a abrirlo".

Antes de emprender esta nueva aventura, Torres buscó asesoramiento. Acudió a Fomento de Emprendedores, de la Junta de Extremadura, para hacer el oportuno estudio y confirmar la viabilidad de su proyecto, que ahora podrá poner en marcha gracias al apoyo que le ha brindado la Fundación Valhondo Calaff.

Y es que este boliviano se encontró con un serio problema, que, al no tener aval, ninguna entidad bancaria estaba dispuesta a darle el préstamo de 10.000 euros que necesitaba. "En estos momentos a cualquiera le resulta muy difícil encontrar a alguien que este dispuesto a avalarte, y para un inmigrante lo es aún más, pues la mayoría no tenemos familia cerca y los amigos están en la misma situación que nosotros", reconoce Torres. Por ello, él solo tiene palabras de agradecimiento para la Fundación Valhondo, cuyo patronato acordó el pasado lunes avalarle.

Que la Fundación Valhondo, que ya viene apoyando las actividades de la asociación local de bolivianos, y de la que algunos de sus miembros conocen personalmente desde hace tiempo a Luis Torres, haya decidido apoyarle "es un gran orgullo, pues significa que me aprecian y confían en mí, algo que significa mucho y agradeceré toda la vida".

Esta fundación le ha dado la llave para forjarse un nuevo medio de vida. "Mañana firmaré el préstamo, y espero poder abrir el locutorio en noviembre", dice feliz.