Luis Jiménez y Yolanda Sancho ya no aguantan más. Viven en el número dos de la calle Fuente Nueva, en el cruce con Pizarro, y llevan soportando más de tres años los caricias que los dos balcones de su vivienda en la primera planta reciben de furgonetas y camiones.

La historia de esta pareja cacereña sobrepasa lo anecdótico por las grietas que han aparecido en el interior de la casa, en cuya rehabilitación invirtieron más de 60.000 euros (10 millones de pesetas). "Llevamos ya tres escritos para que esto se solucione, pero no hay manera", asegura Luis, mientras señala desde la calle los daños ocasionados por los vehículos en los bordes del balcón. Hace cuatro meses consiguieron entrevistarse con el concejal de Tráfico, pero la salida a su particular vía crucis urbano no ha llegado aún. "Nos dijeron que iban a poner una señal más grande para que los camiones y las furgonetas respetaran la limitación de altura, pero tampoco serviría de nada", explican.

El tope de 2,85 metros de altura que figura en la señal no ha evitado los golpes en los dos balcones, uno de ellos con graves desprendimientos y grietas que recomiendan no asomarse al exterior ante el peligro existente.

El rosario de incidentes viene de largo. Yolanda recuerda cómo en mayo del año pasado una furgoneta se quedó literalmente enganchada en el balcón: "Iban dos niños en el interior. Nos dimos un susto tremendo porque temblaron las paredes del golpe". Las dificultades para que la compañía de seguros se haga cargo de los repetidos daños también incrementan la indignación de los afectados.

Llegaron, incluso, a proponer al ayuntamiento que colocara un pivote en la calle para evitar el paso de vehículos. La alternativa existía: desviarse por la calle Soledad para girar a la derecha y enfilar de nuevo Fuente Nueva. Pero mientras no llegue una solución, los sobresaltos por el maltrecho balcón estarán asegurados.