La primera fase de restauración de la muralla de Cáceres, que abarca el tramo Este, desde la Torre de Hernando Pizarro hasta el Arco del Cristo, entra en su recta final. El ayuntamiento calcula que estará lista en septiembre, con apenas un ligero retraso respecto a los plazos iniciales, pese a que el inicio de la obra se demoró por la presencia de crías de vencejo, y la pandemia paralizó los trabajos durante dos semanas. «Ya se van retirando poco a poco los andamios, y a lo largo de este mes es muy probable que no quede ninguno. Tendremos esa fotografía nueva de lienzo Este», anuncia el concejal de Patrimonio, José Ramón Bello.

El Baluarte de los Pozos (la pieza central en todos los sentidos) se encuentra prácticamente listo. «Ya se aprecia la coronación de las almenas restauradas y se ven perfectamente desde abajo las estrellas de ocho puntas. Las restauradoras han hecho un trabajo muy minucioso, centímetro a centímetro», destaca el concejal. El baluarte incluye un epígrafe de caligrafía cúfica andalusí donde los expertos interpretan ‘Alá es grande’, y una decoración extremadamente valiosa a base de esgrafiados y cintas de mortero de cal que cubrieron los lados de la torre.

Una actuación digna de elogio pero a la vez muy complicada por el mal estado de la muralla, peor del esperado por los técnicos. La mayor sorpresa fue la grieta de 20 metros de largo por 1 de ancho en algunos puntos, que atravesaba todo el muro de 1,50 de grosor, de modo que había partido la Torre de los Pozos. Se le ha aplicado una solución pero no es definitiva porque el problema va más allá.

La causa

«Esta circunstancia tiene su origen en el siglo XVIII, cuando se construyó la Preciosa Sangre y todos los escombros se metieron en el baluarte, antigua plaza de armas cristiana, que ganó unos 20 metros con este relleno», precisa el concejal. Pero todo ese empuje en ladera hacia el mismo muro, y la acción de las escorrentías que existen en esta zona, acabaron abriendo una inmensa grieta. «Y ojo, porque esa grieta ha impedido que todo el muro colapsara al permitir la evacuación del agua durante siglos», revela José Ramón Bello.

El ayuntamiento cacereño está estudiando las posibles alternativas y se mantiene en contacto con el Ministerio de Fomento para poder abordar una solución definitiva. Dicho ministerio, junto con el de Cultura, son los que sufragan el 70% de la primera fase de restauración (700.000 euros), cofinanciada por el ayuntamiento.

Pero además, la finalización de algunos tramos de la obra ya ha permitido instalar los 150 nidales artificiales para que los vencejos puedan volver a habitar la muralla. La presencia de estas aves provocó la llamada de atención de los colectivos ecologistas, que instaron al ayuntamiento a ralentizar el inicio de la obra hasta que migraran. La mayoría de los nuevos nidales se encuentran sobre el paramento y otros en anteriores ubicaciones. El ayuntamiento ha seguido las indicaciones de la Junta, que ha buscado soluciones que no supongan un perjuicio futuro.

Bello recuerda que la muralla «está viva» por la fauna que alberga, por eso lamentó que la primera fase careciera de estudio medioambiental. «Tuvimos que improvisarlo al hacernos cargo», afirma. Para la segunda fase, si el Gobierno la financia, «ya hay previsto un presupuesto con este fin».