La Banda Municipal de Música de Cáceres se fundó oficialmente con su primer concierto en 1888. De aquello hace 130 años. La plantilla estaba formada por 36 músicos, en su mayoría «niños y mozalbetes» instruidos por el primer director, el músico valenciano don Arturo Rosich y Escobar, en la academia que se creó pareja a la banda, según recuerda Noé Muriel al describir los orígenes de esta formación. De aquella escuela, establecida en una de las habitaciones del instituto de Segunda Enseñanza, salieron durante décadas la mayoría de los músicos de Cáceres hasta la creación del Conservatorio Profesional en 1982.

Cáceres amaba tanto a su banda que hasta las agrupaciones teatrales de aficionados recaudaban los 6.000 reales necesarios cuando alguno de sus componentes era llamado a quintas, para librarle de la mili. La ciudad entera se echó a la calle a recibirles tras ganar su primer certamen musical en Badajoz, que la formación festejó con un desfile desde la vieja estación del tren hasta el ayuntamiento, tocando la popularísima zarzuela ‘Cádiz’, allá por 1891. Desde entonces, y durante más de un siglo, la Banda Municipal de Música se ha convertido en la auténtica banda sonora de la capital cacereña, poniendo el compás y el sentimiento a cada fiesta, a cada evento... La ciudad se lo agradece ahora con la mayor de sus distinciones: la Medalla de Cáceres.

La propuesta partió hace meses de los dos cronistas de la ciudad, Santos Benítez Floriano y Fernando Jiménez Berrocal. La alcaldía emitió una resolución para designar dicha propuesta, y la comisión de Cultura y Educación dictaminó a su favor. El pleno del ayuntamiento cacereño dio finalmente su aprobación definitiva.

«Pura vocación»

«Solo el hecho de que los cronistas nos hayan recordado nos llena de satisfacción. Estamos muy ilusionados porque no vivimos de la banda, es pura vocación, le dedicamos lo mejor de nuestro tiempo libre y la propuesta de la medalla supone un reconocimiento oficial a esta pasión de tantos músicos durante 130 años», señala el director, Javier Cortés.

Porque esfuerzos hubo desde el principio El propio Rosich y el ayuntamiento «se pusieron en contacto con la conocida firma de instrumentos de Enrique Marzo, una de las más afamadas de la capital de España, y adquirieron por 6.008 pesetas flautines, trombas, saxos, cornetines, platillos, clarinetes, bombardinos y métodos para el aprendizaje», recuerda Fernando Jiménez Berrocal, cronista oficial y responsable del Archivo Histórico Municipal.

La banda, que fue el germen de la profesionalización de la música en Cáceres, tenía incluso su propio reglamento con los derechos y deberes de los músicos: «para formar parte había que saber leer y escribir, ser mayor de 8 años y menor de 20, ser vecino o hijo de vecino de la capital, y observar buena conducta moral y religiosa. Quedaba prohibido entrar en bares con el uniforme de la banda», recuerda Berrocal. Por ella pasaron los más ilustres músicos de la ciudad como Santiago Berzosa, fundador del Conservatorio Elemental en 1960, o Francisco Cebrián, fundador del Orfeón Cacereño.

Hoy, la banda abre sus brazos a todas las personas interesadas en formar parte, y va cubriendo sus puestos según las bajas (por las obligaciones laborales de sus miembros). Un convenio con el ayuntamiento le aporta unos 50.000 euros anuales, y a cambio la banda ofrece 20 conciertos, además de otros por propia cuenta (solo en Semana Santa tiene más de cuarenta marchas listas). Los ingresos se destinan mayoritariamente a la renovación de los recursos. Desde hace pocos años, y tras haber ensayado durante décadas por toda la ciudad (torre de Bujaco, plaza de toros, Correos antiguo, Valhondo, Olivar de los Frailes...) por fin cuenta con una sede municipal en las antiguas escuelas de San Blas, donde la banda pretende reabrir su academia de música al servicio de los ciudadanos.

«ESTAMOS MUY UNIDOS» / Ahora la integran en torno a 32 músicos, desde el más pequeño, Enrique, con 12 años, hasta el mayor, Pepe, con 64 años de experiencia en la misma. Las mujeres ya estaban presentes en la década de los 90 y ahora hay ocho compañeras: Mº Ángeles, Alicia, Paula, Gema, Ana, Toñi, Mary y Laura. Independientemente del género, todos llevan la música en las venas y se sienten muy apegados a la formación. «Estamos muy unidos, siempre con ganas de tocar juntos, que no pare la música popular. Si no hubiera sido por las bandas, algunas piezas habrían desaparecido en ciertas épocas», afirma el director. De hecho, el repertorio es una auténtica joya ,con 5.000 piezas, muchas a pluma. El ayuntamiento les ha ayudado a crear un archivo en condiciones durante tres años de trabajo. Además, los músicos siguen innovando con más piezas y conciertos temáticos.

Las bandas vuelven a estar en auge. «En los conciertos cada vez hay más público que sigue nuestras actuaciones, que nos pide ciertas piezas», revela Laura Flores, trompa solista y primera mujer directora de la banda en 2015 de forma provisional. «A nosotros se nos queda la sonrisa para todo el día, en esta profesión tenemos la necesidad de sentir que la música llega a la gente». Pues que así sea.