Habrá que consultar la obra de nuestro amigo Pachi Casillas a ver si acaso nos ilumina con su sabiduría sobre la toponimia de las tierras cercanas a Coria. Y donde hemos estado está cerca, no más a unas cuantas leguas. El arroyo de Barahundillo-¿No era antiguamente la vereda de Barahundillo? ¿por qué relaciono el topónimo con vereda y no con arroyo?...Bueno, como quiera que sea o fuese, nos tocó el nº 6 de Barahundillo, y allá que fuimos.

Ha empezado un nuevo año, que el cielo nos asista. Ha entrado la veda para las especies menores, menos para los pobres pajaritos, que el Señor se apiade de ellos. Se ha abierto la temporada de las batidas a la zorra, de modo que ya estamos con la tropa de nuestra sociedad local dispuestos a darles para el pelo a las de los polisones de arboladura.

Los meteorólogos vaticinaban agua, y eso está bien; pero, ¡concho!, qué hartura de lluvia toda la santa mañana. Enseguida nos quejamos en cuanto caen cuatro gotas. Fue acercarnos a la junta de migas y café, y ponerse a llover.

Camino de Santa María al río, al vado de la barca que dejaba a hombres y bestias enfilando Garrovillas. Al pasar el huerto del Piojo, a la izquierda, en un collado, una nave ganadera, y allí, los coches. Luego caminito que baja una ladera hasta difuminarse en el monte hostil, resbaloso y suicida. ¡Por las barbas del Profeta, qué iracundia de descenso tan trabajoso!

El puesto, en el mismo ángulo inferior de una correntía entre dos laderas casi verticales, par de un acebuche milenario, de raíces al aire y retorcido tronco. Enfrente, la otra ladera de pizarras, tomillos, retamas y verdecillos detenederos de rezumante tierra.

El Barahundillo va en busca de La Garganta, arroyo de mayor enjundia que se funde con el padre Tajo en unos parajes de melancólicos recuerdos de infancia. Son las tierras bajas de un pago que conocemos como Tallisca. Tallisca no está registrada en el DRAE, ¿Qué pasa con Tallisca, Pachi? Ni entalliscar ni entalliscarse. Yo comprendo por qué se llama aquel paraje La Tallisca. Entallar, entallarse, estrecharse, entalliscarse. Si es que los veneros, cuando raramente corren, van entre dos laderas que casi se dan la mano. ¡Qué angosturas, por el Gran Chápiro Verde!

Equilibrios de funambulista para permanecer de pie en semejante lugar de espera. Y ahora, abre el catrecillo, suelta la mochila, saca la escopeta, cárgala, abre el paraguas y disponte a la llegada del raposo. Monsieur Renard, a los que lo esperábamos en el cauce entalliscado y encajonado del Barahundillo, nos hurtó su presencia; pero hasta cuatro, por lo visto, le entraron al postor, que había cerrado la armada, cabe las mismas aguas de La Garganta. Y no paró de llover. Floripes, en nuestro paso de vuelta, apenas asoma ya dos metros de sus viejas piedras sobre el ras de las aguas. Disfrutemos de este bien tan escaso en nuestras tierras. Bienvenida y bien hallada el agua de los cielos.