Han dicho basta y lo van a intentar por todos los medios. Los vecinos de la barriada de San Blas se han cansado de ver día tras día, año tras año, el lamentable deterioro que ha llevado a la ruina a una ermita medieval que tuvo un notable peso en la historia de Cáceres, y de la que solo quedan los muros al borde del desplome. Una situación curiosa, porque Santo Vito se encuentra enclavada en pleno casco urbano, dentro de una zona renovada hace unos años con la creación del parque de Valhondo, la construcción de viviendas y la reforma del viejo Refugio. Pero ahí quedó Santo Vito, cubierto de graffitis y desconchones.

El Ayuntamiento de Cáceres ha intentado reformarla en más de una ocasión. En 2012 llegó a adjudicar el proyecto al arquitecto Francisco Serrano Candela y decidió que las obras corrieran a cargo de la Escuela Taller Ribera del Marco I (Universidad Popular). Sería una restauración integral y se introduciría alumbrado, saneamiento y calefacción por aerotermos. El proyecto llegó a estar listo, pero la reforma nunca se inició.

La parroquia de San Blas lleva años dándole vueltas al asunto. Durante los tiempos de crisis tuvo que destinar todos sus esfuerzos a la ayuda de las personas necesitadas, pero hace dos meses decidió abordar el tema de la ermita de manera firme. Desde entonces se estudia en las reuniones del consejo pastoral parroquial. ««Nuestra intención es no parar hasta lograr recuperarla, está muy degradada...», lamenta el párroco de San Blas, Antonio Pariente, decidido a llevar el proyecto hasta el final. «Un miembro del consejo, veterano profesional de la Construcción, calcula que para empezar a consolidar la ermita necesitamos 120.000 €. La falta de fondos es el principal problema, pero vamos a empezar a caminar», subraya.

La parroquia, un poco más liberada de las necesidades de los años de crisis, podrá aportar entre 3.000 y 4.000 € anuales. Además, solicitará ayudas a las instituciones públicas en cuanto que se trata de un bien patrimonial. El primer paso ya ha sido todo un acierto: la parroquia ha conseguido el proyecto de rehabilitación que financió el ayuntamiento hace años y que cayó en saco roto, para llevarlo adelante. «Sin duda, una gran ventaja», afirma Antonio Pariente.

Nadie sabe más de Santo Vito que Serafín Martín-Nieto, historiador que analiza en sus libros y artículos el pasado de la ermita, cuyos orígenes se pierden a comienzos del siglo XVI. Está en un alto en el antiguo ejido (hoy San Blas), desde el que se dominaban los caminos reales que partían hacia Trujillo y los Cuatro Lugares. El primer testimonio escrito de su existencia es una carta de 1528, y las primeras noticias de su cofradía datan de finales del siglo XVI, una hermandad con gran apogeo en la que ingresaron muchos cacereños de todos los oficios y clases sociales.

Sobre 1590, Sancho de Figueroa, natural de Cáceres, asentado en la ciudad de la Plata (Perú), envió 25 ducados con destino a la restauración y adorno de la ermita. A partir de 1652, debido a las condiciones económicas y demográficas que atravesaba la villa de Cáceres por las secuelas de la guerra con Portugal, de las continuas levas de soldados o las sucesivas sequías y el hambre, comenzó a declinar la cofradía y la ermita.

Extinguida por falta de hermanos tras la Guerra de Sucesión, en 1726 la cofradía volvió a refundarse. Posteriormente sirvió como puesto de vigilancia en la Guerra de la Independencia para españoles y franceses. Ya malograda, en 1821 se celebró en ella el último cabildo, según el historiador.

EL OLVIDO / Desde entonces, la zona se ha destinado a los más diversos servicios: polvorín a mediados del siglo XIX, techo para transeúntes desde la Desamortización y un foco endémico de infecciones sin control desde finales del XIX, sometido a frecuentes cuarentenas. Hace tres décadas aún era una zona marginal, núcleo de delincuencia y drogadicción, hasta la demolición de todas las construcciones precarias que rodeaban la ermita. Una campaña encabezada por Serafín Martín-Nieto logró detener las excavadoras, que estuvieron a punto de destrozar la propia ermita.