TDticen que la ignorancia es muy atrevida. El ignorante suele quedar mal, a veces por el exceso de hacer o decir más de lo que debería, en otras por defecto, por no haber hecho o dicho lo que debería haber conocido.

La ignorancia te hace sentir realmente mal cuando te deja en ridículo. Me pasó hace unos días, cuando, al llegar donde debía alojarme, salió a mi encuentro la persona que dirigía el lugar, al que saludé, sí, pero, por puro desconocimiento, de manera fría y algo descortés. Te disculpas, pero te queda una cara de tonto.

Aunque un poco de ignorancia no viene mal de vez en cuando. Diría incluso que te puede ayudar a ser más feliz. Fijaos en los niños: ignoran cómo funciona el mundo, la economía, la política... ¡y son tan felices!

El jueves pasado, en la T4 del aeropuerto de Barajas hubo una falsa amenaza de bomba en un avión; según parece, desde las diez y media se estaba en alerta, pero, ignorante de mí, como los cientos de personas que allí estábamos, no me enteré de nada.

Si hubiese sido verdad y hubiese sucedido lo peor, te mandan al otro barrio sin verlo venir. Ahora que... ¡bendita ignorancia! Menos mal que no lo supe, porque así tuve un viaje maravilloso.

No viene mal ignorar ciertas cosas para vivir más tranquilos, aunque, en lo que realmente vale la pena, mejor no seguir el consejo de los ignorantes, sino formarse bien y practicar la prudencia, que sobre las consecuencias ya nos advierte la Biblia en Proverbios 9,13: "La ignorancia es escandalosa, tonta y sinvergüenza... y llama a los distraídos que pasan por el camino: jovencitos inexpertos, faltos de entendimiento, ¡venid conmigo! ¡No hay nada más sabroso que beber agua robada! ¡No hay pan que sepa tan dulce como el que se come a escondidas! Pero estos tontos no saben que esa casa es un cementerio; ¡no saben que sus invitados ahora están en el fondo de la tumba!"