TRtememorando la obra de Fernán Gómez "Las bicicletas son para el verano", que en 1984 llevó al cine Jaime Chavarri , me vienen a la memoria los eternos veranos de mi niñez, en un barrio periférico, rodeado de campo y carreteras, donde las bicicletas eran nuestro medio de diversión y transporte. Como las de aquellos chicos que resistieron a las largas vacaciones del 36.

La bicicleta ha sido el invento que más ha afectado al desplazamiento de las clases populares durante gran parte del siglo XX. Fue tan rápida su expansión que los ayuntamientos se apresuraron a crear un impuesto para su rodaje y una autorización para el uso de bicis en las ciudades. Si el automóvil había sido un invento para adinerados, la bici lo había sido para todo el mundo. De manera especial en los núcleos urbanos. Incluso ciertos servicios públicos empiezan a utilizar bicicletas, como la oficina de Telégrafos de Cáceres que, en 1931, adquiere dos bicis para el porteo a domicilio de los telegramas, lo que generaba mayor celeridad en el servicio.

Para viajar al origen de la bicicleta en Cáceres, en lo relativo a modelos, estilos y marcas, hay que examinar el expediente de declaración de bicicletas que deben hacer todos los vecinos de la ciudad, por orden recibida de las autoridades militares el 16 de abril de 1940, por si fuese necesaria una eventual requisa de bicicletas por motivos bélicos. La Guerra Civil había finalizado hacía apenas un año y Europa se había transformado en un reñidero de futuro incierto.

Las bicicletas usadas por los cacereños de los años 40 eran de todas las marcas y modelos que podamos imaginar. De las casi 40 bicicletas declaradas en la ciudad, predominan las llamadas de paseo, seguidas de las de media carrera y las de carrera, que eran las mas exclusivas, para uso de los muy aficionados al ciclismo. Marcas míticas como La Veloz Orbea o B.H se codean con otras extranjeras como Stark, Bulldog, Buffalo, Quillet o Royal, junto a las que aparecen otras de marcas extrañas como Automoto, Dal, Mectour o Brooks.

También nos informa, la declaración de bicicletas, sobre precios y usos, como manifiesta Francisco Lancho que dice tener una de marca La Veloz, adquirida el 7 de noviembre de 1939 por 300 pesetas, sin accesorios. La bici había sido comprada en la Casa Domingo Alvarez , asentada en la plaza Isabel II de Madrid. Otras veces se informa de aspectos externos, como hace Antonio Robles , que dice tener una bicicleta de marca Stark, de color azul ribeteado en blanco y llantas de madera. Francisco Sandoval tiene una bici de un asiento, freno de varillas y piñón libre y fijo. Otros aportan poca información como Francisco García que notifica sobre una bici que "es muy vieja y no se puede leer su marca". Sirva esta pequeña crónica como homenaje a las bicicletas del pasado y a sus incondicionales del presente, que siguen circulando sobre este veterano, ecológico y saludable artilugio, que democratizó el transporte humano desde finales del siglo XIX.