Mucho público especialmente joven abarrotó el miércoles Las Veletas disfrutando de una fresca versión del Tenorio a cargo del buen dramaturgo y adaptador pacense Miguel Murillo; bien montada por De Amarillo Producciones, dirigido por el extremeño Pedro A. Penco, que también dirigió hace años el teatro del Ateneo cacereño y ahora se encuentra dirigiendo desde su silla de ruedas.

Este popular drama religioso-fantástico constó de dos partes: la primera, ambientada en Sevilla, con una muy alegre hostería del Laurel, en un sorpresivo convento y en la quinta sevillana del Burlador, con una duración de hora y media. Tras un descanso de un cuarto de hora para cambios escenográficos y de caracterización, se ambientó la segunda parte en el cementerio, para las escenas del Convidado de piedra, durante 40 minutos, en total, unas dos horas y media de duración.

Mas no se hizo larga, debido al ágil ritmo y buen enlace de las escenas muy bien reconstruidas por el adaptador pacense, que introdujo un par de cambios: un coro de alegres mujeres en la 1ª escena y al final, la cena macabra la ambienta en casa de don Juan, con impactantes efectos sonoros y lumínicos, en vez de la versión primigenia que la situaba en el panteón de los Ulloa. También introdujo una ambientación de la obra en plena época romántica del XIX, en vez del renacentista siglo XVI, donde quiso situarla Zorrilla. Para ello ayudaron mucho los diseños de un buen vestuario decimonónico.

La escenografía, aunque esquemática y en varios planos muy funcionales, fue fruto de una ambiciosa producción, por la versatilidad del diseño modular, al que sacaron un espectacular partido plástico, pero sin pretensiones falsamente modernas.

La interpretación de la pareja protagonista muy lograda, con nítida expresión tonal en el buen recitado y contrastando bien la matización psicológica del Burlador entre las dos partes de la obra, en la que éste se arrepiente de todos sus excesos, con un cierto deje de amarga nostalgia e impetrando la intercesión de su difunta amada Inés, la que le consigue el perdón divino y su paz eterna; ya que en su anterior vida todo le valió: desde raptar a una novicia y yacer con la esposa de su rival, al que secuestra y después mata.

Por cierto la interpretación de este fue mejorando a lo largo de la misma e incluso siendo Capitán Centellas; algo así le ocurrió al Comendador y al desenvuelto criado Ciutti.

Mas fueron las mujeres las que rayaron a mayor altura:: la ingenua amante Inés, la seducida Doña Ana, una creíble abadesa, pero especialmente Memé Tabares en el magistral y celestinesca Brígida. Grandes aplausos y bravos prodigó el entusiasmado público no solo a los intérpretes, sino a todo el equipo de realización, dirección y producción, que recogieron alborozados por haber triunfado en su tierra con la obra más popular y representada de toda la historia del teatro español.