Lo sucedido ayer fue algo inconcebible y, por tanto, difícil de entender si no fuera porque hay que constatar que este hermoso espectáculo, que es una metáfora de la vida, algo bellísimo y emotivo, tiene en su seno aspectos que pueden llevar a su desaparición porque el conjunto de la sociedad, o las generaciones venideras, lo perciban como anacrónico, cuando no como algo cutre.

Se anunciaba un mano a mano entre dos toreros cacereños y, porque el público no respondió, la empresa suspendió el festejo sin respetar ni a toreros ni a público. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Primero por unos poderes públicos que se sirven de la Fiesta, con unos pliegos leoninos en lo económico, pero también en cuanto a número de espectáculos. Después, porque hay empresarios que acuden a esos pliegos y a poco que algo falla resultan ruinosos.

La feria de San Fernando está sobredimensionada. El camino es reducir el número de festejos y rematar los carteles. Que el público intuya que va a ver algo grande. No como ahora, que sabe que lo que le ofrecen no va a tener interés. Con sucesos como el de ayer no hacen falta nacionalistas para terminar con la Fiesta. Sentí bochorno, pero también una infinita tristeza.