La semana entrante celebra la Iglesia en Extremadura los veinticinco años de la creación de la Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz. Hasta esa fecha Coria-Cáceres y Plasencia pertenecían a la Provincia Eclesiástica de Toledo, y Badajoz a la de Sevilla. Esto supone que el arzobispo de Mérida-Badajoz anima y coordina toda la realidad eclesial de nuestra comunidad autónoma.

Es verdad que la recomendación vaticana de acercarse cada vez más al hecho de que los límites diocesanos sean los mismos que la división territorial civil, todavía está muy lejos de conseguirse. Y en nuestro caso se hace mucho más evidente, con la problemática de la realidad de toda la zona cercana a la puebla de Guadalupe.

Dejando esto aparte, el logro de la Provincia Eclesiástica era algo perseguido por la Iglesia Extremeña, por lo que la celebración me parece un hecho destacable de estos días.

Se han preparado una serie de actos religiosos y culturales en la ciudad de Mérida que intentarán destacar la importancia del evento. Imagino que la prensa extremeña se hará eco del mismo.

La anécdota del título no sé si es tal o quizá tendría que haber puesto otra palabra, ya me diréis. Voy con ella. La iglesia romana del siglo XIII andaba muy preocupada porque a la hora de la elección del Papa, las distintas tendencias o los distintos intereses no se ponían de acuerdo y se dilataba mucho en el tiempo. Los períodos de lo que se conoce como ‘sede vacante’ eran insoportablemente largos.

Un concilio reunido en la ciudad de Lyón estableció una serie de condiciones que eran las siguientes: fijó en diez días el tiempo máximo que debía transcurrir desde la muerte de pontífice hasta la nueva elección, y ordenó la reclusión de los cardenales y la exclusión de toda persona a ellos extraña. Si la elección no se conseguía a los tres días, los cardenales no recibirían más que dos comidas al día, durante cinco días; después sólo pan, vino y agua. Y lo que era más importante, durante el cónclave no recibirían renta alguna.

La verdad es que estas normas fueron suspendidas al poco tiempo. ‘La mirada’ a las mismas tiene por objeto recordarnos que los acontecimientos se repiten, pero que hayan pasado casi ocho siglos y hayamos aprendido tan poco, es casi imperdonable.

Mucho ánimo para todos los que andan metidos en las inauguraciones del nuevo curso, o han estrenado nuevos destinos pastorales.