Está a dos tiros de ballesta, tal vez a tres; y depende, porque las estribaciones de las corraladas del ganado pueden llegarnos a la retaguardia.

En el horizonte del sur, el perfil de las torres de las iglesias, las aglomeraciones de arrabales nuevos y, al fondo, la línea de la Montaña en el espinazo de la Mosca.

Pizarro seco busca el frescor espeso de Guadiloba. El bosque de encinas y barzal nos cobija en la jornada de acecho. Es un otoño febril que no rompe en aguas propicias-Y sin llover.

Algunos días, los menos, han llegado unas nubes desganadas y han dejado caer un párvulo riego. Prácticamente nada. El sábado amagó la madrugada con un orballo fresco. Y ahí quedó todo.

El día del Señor, (no se oyen ya las campanas tocando a misa), nos asestó otra jornada de calor y solajera. Una urdimbre de fino polvo secular cubre el bosque y su barzal.

El pasto de primavera y verano cruje bajo nuestras botas, pero no bajo las almohadilladas extremidades de Monsieur Renard.

Monsieur Renard es la zorra astuta y cautelosa que me entró soslayada y ocultándose tras las carrascas polvorientas. Viendo que se iba, le largué un tizonazo que la puso de bruces, pero se incorporó y emprendió veloz huida. El segundo tiro fue en vano.

Casi a la hora del cenit, cruzaron el cielo los gansos. Bellísima avanzada de esas magníficas aves que suelen poblar, por estas fechas, el preparque de Doñana. Y crascitaban. Sus graznidos se extendieron por los amplios llanos.

La tarde, si no fuera por las fechas que vivimos, hubiera sido una de esas tórridas del más agobiante estío.Después de la jornada, barzoneamos por el otero mirando cómo el día se escurre tras unos nubarrones tontos que no se deciden nunca a aliviar la sed del bosque, que cubre los cauces secos, pizarrosos, renegridos y ardientes.

El rebaño de merinas se junta, y arrejunta, en torno a las vetustas casas de labor de la finca. Vienen en cata del alimento que puede darles su amo, porque el suelo, reseco, no les brinda el mínimo y reconfortante verde de la otoñada.

Tiene que llover, Sr. Guerrero, sí señor, a cántaros, y mucho.