La Compañía Noviembre Teatro, muy bien dirigida por el gran experto en teatro clásico, Eduardo Vasco, nos deleitó a un inmenso público que abarrotaba Las Veletas, haciendo algo nuestro e incluso actual una gran historia con mayúsculas. Se trataba en la primera parte de recrearse con la fábula amorosa de un advenedizo o forastero, que llega a la feria de Medina y se prenda de la bella Inés, a la que conquista, mediante las trapacerías de la Celestina Fabia; pero que en la segunda parte se vive o mejor sufrimos viendo cómo un incapaz quiere quitar de su campo a un caballero joven, guapo y capaz de enamorar a la que él cree que le corresponde por decisión paterna y lo mata de noche, cobardemente, al caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo.

Por cierto, ese estribillo de una canción popular que se repite o mejor se canta desde un principio con un son flamenco, palmeándolo; con ello se disminuye la intriga, pues ya nos anuncia el final trágico de esos bellos amores, que poetiza admirablemente Lope de Vega, el que fuera un gran amador y buen poeta amatorio también. Ese lirismo , que por cierto no lo supo interpretar bien el protagonista Daniel Albadalejo, al correr o musitar casi inaudiblemente en esa intensa intimidad amorosa. Pero que era enfatizada con unos sones de guitarra que magistralmente hacía sonar Antonio de Cos, que al final interpretó bien a un hiératico monarca. En cuanto a la interpretación, más destacada en las actrices que en los actores, y aún más lúcidas fueron las de dos personajes secundarios, pero excelentes cómicos: en el papel del Gracioso o Tello, a cargo del veterano Arturo Querejeta y en el de la celestinesca Fabia por Charo Amador.

Muy conseguida la atmósfera de presagios y presentimientos, a los que se suma la misteriosa aparición de la sombra que canta en la noche el susodicho ritornelo, mientras que el caballero camina de regreso a Olmedo, tras una desgarradora despedida de su amada Inés, hacia la muerte, impulsado por un inapelable fatalismo.

El montaje escenográfico muy sencillo: solo un par de bancos a cada lado y dos paneles convertibles en ventana o puerta y unas varas más espadas, que cruzaron con maestría, por todo atrezzo. La caracterización e indumentaria, muy conseguida, a tono con la ambientación medieval de la obra, pero no tuvimos que hacer mucho esfuerzo para que este tema de envidias y rechazo del extranjero nos recordara a nuestro tiempo.

Disfrutó el numerosísimo público con este magistral montaje de una de las mejores y más famosas «comedias» del gran genio de la lírica y del teatro áureo, Lope de Vega. Muchos aplausos y comentarios favorables.