Ultimo tercio del siglo XII. La actual Extremadura está convertida en un espacio de confusión. Después de los almorávides llegan los almohades, y tras la anexión de Levante centran sus esfuerzos en el oeste. Una incursión les permite conquistar Alcántara y muy posiblemente Cáceres hacia 1174. Tras las campañas militares de Al-Mansur en 1196 y 1197, caen derrotadas las avanzadas cristianas. Los almohades ya dominan la zona, se hacen fuertes y construyen la mayor estructura que hoy conserva la ciudad, una espléndida fortaleza levantada con los elementos defensivos más avanzados de la época. Es la muralla de Cáceres.

Según uno de los últimos estudios, a cargo del profesor Samuel Márquez y el arquitecto Pedro Gurriarán, esta fortaleza se concibió como principal campamento de frontera de la zona, preparado para acoger a las tropas africanas que llegaban desde el Estrecho. La muralla, de más de un kilómetro y 8,2 hectáreas intramuros, debió estar jalonada por 22 torres albarranas (sobresalían del muro para facilitar la defensa), de las que se conservan 16, además de cubos o torres edificadas sobre estructuras prealmohades, de las que quedan siete.

El estudio habla de tres espacios interiores: la Alcazaba o zona central; residencia del gobernante y de la guarnición; el Albacar o solar amplio reservado a las tropas en tránsito y también para acoger a la población cercana en caso de ataque; y la Medina o ciudad propiamente dicha. Tuvo tres puertas principales: Mérida (sur), Arco del Cristo (al este, romana, única en pie) y Coria (norte). Al oeste se situaron las grandes torres --Bujaco y Yerba-- al ser la parte más baja e indefensa.