"Como en cualquier trilogía fantástica o saga mítica, Cáceres en una ciudad protegida por la hermandad del anillo. Apenas se abandona el núcleo de la parte antigua y se pierde de vista el atasco de Cánovas, comienzan a desplegarse los círculos mágicos, uno tras otro, hasta el infinito y más allá. Llegar al centro es difícil, salir de él es imposible, y abandonar la ciudad en cualquier dirección se convierte en un reto solamente al alcance de conductores veteranos".

De esta manera tan deliciosamente descriptiva iniciaba la profesora, escritora y columnista de este diario Pilar Galán un artículo sobre las rotondas de la ciudad el pasado 4 de noviembre. Cierto. Con permiso de Don Benito o Badajoz, Cáceres es la ciudad de las glorietas. Abundan y te rodean allá donde vayas. Dentro y en los límites. Las hay grandes, pequeñas, medianas entre las medianas, laberínticas, adornadas con gusto, interminables, incorregibles, insufribles, infinitas, sugerentes, indescriptibles... pero haberlas, haylas. Y no pocas.

Objeto de conversación sugerente siempre, su numerosa presencia genera todo tipo de opiniones, y no siempre a favor. Este fin de semana, gente que sabe mucho de viajes, de estructuras urbanísticas y de comparativas, ha resucitado el debate y ha incidido en este ¿problema o solución? que circunda Cáceres, que ronda una ciudad arquitectónicamente tan bella como ¿caótica en su concepción? Quién sabe. Para gustos, colores.

Más debate

Pepa Fernández , directora del programa de RNE 'No es un día cualquiera' y el más mundano de sus colaboradores, José María Iñigo , han hecho una referencia a ello no en tono negativo, más a modo de anécdota, durante su estancia en la ciudad este fin de semana. ¿Tiene Cáceres demasiadas rotondas? Puede que sí, pero también puede que sean necesarias. Tanto como polémicas. Ambos, encantados con la ciudad, como han demostrado durante los últimos años, pusieron otro pero : los numerosos graffitis que desvirtuan la parte antigua, esa que a todos maravilla. Pero esa es otra historia.

En los años 90 hubo un crecimiento muy llamativo de rotondas, aunque parece que ya todo parece haberse parado, especialmente cuando Cáceres ha dejado de expandirse por mil recodos por mor de la dichosa crisis. Sirva el dato provincial: la empresa Tele Atlas se había parado en contarlas en la provincia hace un año: 251. Puede que alrededor de 20 sean sólo en la capital.

Las afueras están literalmente repletas de rotondas. En realidad, solamente no se puedan encontrar en una salida: en la popularmente llamada carretera de Miajadas , la EX-206. Extraño fenómeno, sin duda.

La más grande --y puede que la que más debate genere-- está en la entrada de Cáceres por la A66, a la altura de las barriadas de Los Castellanos y La Sierrilla, antes de llegar al hotel Barceló Cáceres V Centenario. Es interminable. La propia Galán la dibujaba en su exposición de esta gráfica guisa: "Muy temprano, cojo el coche y me dispongo a atravesar el hechizo. Por desgracia o fortuna, vivo en un barrio especialmente protegido por los círculos concéntricos. Al norte se extiende la madre de todas las rotondas, desafiante con sus carriles atestados de incautos; al sur, la rotonda comercial por excelencia, con los cantos de sirena de unos abetos navideños colocados en agosto".

Algunas han servido hasta para el arte y la reivindicación. O Para poner en valor la flora local. O para la exhuberancia y el lucimiento de quienes le han echado imaginación. Rotondas, glorietas, plazuelas. ¿Qué sería Cáceres sin ellas? Puede que una capital de provincia más lineal. Elemento distintivo, aunque no siempre genere las mejores críticas.