Cáceres subió a las nubes hace más de ochenta años. En 1936, tras muchas gestiones, consiguió formar parte de una línea aérea de pasajeros bajo el revelador nombre de Iberia, que unía Vitoria con Tetuán y hacía escala en Salamanca, Cáceres y Sevilla. Desde entonces los cacereños han visto pasar cientos de miles de aviones... pero por el cielo. También han visto volar sucesivos proyectos para crear una infraestructura aérea. Hace una década llegaron incluso a soñar con una terminal internacional que les llevaría por medio mundo a bordo de Airbus y Boeing, en la época de los chollos de las líneas de bajo coste, que llegaban a vender billetes a 1 euro. Hoy solo sigue vivo un proyecto de aeródromo (Los Arenales), inmerso en un complejo trámite que necesitará años para poner, si se pone, la primera piedra.

En España hay 50 aeropuertos y unos 400 aeródromos con más o menos infraestructuras (desde restaurantes a una simple pista). Cáceres es la única provincia (y es una de las pocas ciudades europeas del entorno de los 100.000 habitantes) sin un simple campo de vuelo. No puede aterrizar siquiera una avioneta de mercancías, paquetería, emergencias o incendios... Ya no digamos pasajeros para asistir a un congreso o ver aves en Monfragüe. «Ni siquiera puede hacerlo un ultraligero porque La Cervera lleva años inoperativa», lamenta Joaquín Guerra, presidente de la Asociación de Aviación Experimental de Cáceres, que ha luchado durante décadas por paliar esta carencia.

Y todo ello salta de nuevo a la actualidad al convertirse los vuelos regulares del Aeropuerto de Badajoz en servicio público obligatorio, de modo que, desde el pasado 28 de octubre, hay 11 vuelos de ida y vuelta asegurados a Madrid todas las semanas y otros 4 a Barcelona, con tarifas que no podrán exceder de 90 y 110 €, respectivamente. En definitiva, 74.000 asientos al año. Cifras que vuelven a cuestionar por qué los proyectos de aeropuertos en La Cervera y su entorno nunca han prosperado, y por qué ni siquiera hay una hoja de ruta clara para un aeródromo básico, cuando la única infraestructura extremeña, el Aeropuerto de Badajoz, es militar.

«NO SOMOS MÁS TONTOS» / Y si la construcción de un aeropuerto genera dudas por su costo y rentabilidad, la de un aeródromo, no. Empresas, colectivos, profesionales y aficionados han creado una plataforma en Cáceres para que esta instalación se haga realidad. «Se trata de una inversión mínima y cualquier dotación sería muy positiva porque la provincia es un desierto en infraestructuras aéreas, ferroviarias, de mercancías...», lamenta Pedro Rosado, secretario general de la Federación Empresarial Cacereña. «No somos más tontos ni más listos que en otras provincias, simplemente no nos han facilitado los mismos recursos», denuncia.

Así lo demuestra la historia de los fallidos intentos aéreos de Cáceres, propiciados sobre todo por la falta de interés de las distintas instituciones. Lo que ahora parece utópico se hizo realidad hace algo menos de un siglo: al final de la II República, Cáceres se incorporó a la línea regular de pasajeros Vitoria-Tetuán tras la apertura del campo de aviación en los actuales terrenos del ferial, una inauguración presidida por el jefe de las Fuerzas Aéreas Españolas, Hidalgo de Cisneros y López-Montenegro, de origen cacereño, quien luego recordaría en sus memorias el interés de alcalde Antonio Silva frente al desprecio de las clases acomodadas.

Aquella escala solo duró desde 1936 a noviembre de 1937 por lo embarrado de este campo. De todos modos, su principal actividad era ya militar en plena Guerra Civil. Sin saberlo, Cáceres despidió al último de los aviones de pasajeros. Jamás llegarían otros.

ADIÓS A LA ESCUELA DE CAZAS

Acabada la contienda, un pequeño destacamento militar controló este espacio como campo de emergencia. «Entonces se le escapó a Cáceres otro de los proyectos importantes: la instalación de una escuela de pilotos de cazas, que se marchó finalmente a Talavera la Real», relata Joaquín Guerra. El campo de aviación se quedó sin vigilancia militar en los años 70 y tomaron entonces el relevo los primeros aficionados al aeromodelismo y al ala delta, entre ellos el propio Joaquín Guerra, un pionero en estas lides. Nació el Club de Vuelo Extremadura, dedicado a los ultraligeros.

Con motivo del traslado de la Feria de Mayo a este espacio, la Dirección General de Aviación Civil ya había realizado las primeras expropiaciones en La Cervera en 1975 para habilitar otro campo de vuelo, con la idea de convertirlo más tarde en aeropuerto. Era idóneo: un gran llano a 15 kilómetros de Cáceres, junto a la N-630. La diputación cacereña respaldó el proyecto y creó una pista de 600 metros con ampliación hasta 1.400. Pero la iniciativa quedó paralizada. Dicen que tuvo mucho que ver el accidente de Tenerife, el peor de la historia de la aviación. Pasado un tiempo, la diputación barajó otro proyecto para abrir un aeropuerto de tercer nivel, relacionado con la creación de las Líneas Aéreas Extremeñas de Juan Rosco. Tampoco prosperó.

La Cervera quedó finalmente como campo de vuelo y comenzó a utilizarse como tal en 1988, con ultraligeros y escuela de pilotos. La Asociación Experimental de Aviación logró para su uso el permiso de la diputación. Es el colectivo que más ha luchado durante años por su conversión en aeródromo. «Cumplía las condiciones, era un lugar muy adecuado, hicimos continuas gestiones pero no hubo forma», explica su presidente. De hecho, tenían que pedir permisos puntuales a Aviación Civil cada vez que celebraban encuentros con avionetas, que finalmente tuvieron que descartar.

El ayuntamiento retomó la iniciativa en la legislatura 1999-2003 con un estudio para transformar La Cervera en aeródromo. La Cámara lo avaló con un estudio concienzudo. «La inversión sería mínima y solo hubiese sido necesario que cualquier administración -ayuntamiento, diputación o Junta- solicitase la cesión de uso a Aviación Civil. No se hizo», recuerda Joaquín Guerra.

En 2004 se supo que el nuevo plan de urbanismo contemplaba la transformación de La Cervera en aeropuerto de tercer nivel, apto para vuelos interiores: correos, mercancías, transporte de pasajeros..., una iniciativa que volvió a ilusionar a los empresarios cacereños. El entonces alcalde, José María Saponi, anunció que reiniciaría los contactos con Aviación Civil para la cesión de La Cervera, primero como aeródromo (vuelos diurnos de hasta 15 plazas) con miras a su ampliación en 10-15 años. «Un aeropuerto en Cáceres no es una quimera», dijo.

Si lo era o no, otros pensaron lo mismo. En 2006, Rodríguez Ibarra anunció oficialmente la apertura de un aeropuerto internacional (vuelos nacionales y extranjeros con cierta regularidad), apoyado en el boom de las líneas de bajo coste. En 2008 se desveló el estudio de viabilidad: la terminal, promovida por Caja Extremadura (lideraba la inversión), estaría entre Aldea del Cano y Casas de Don Antonio, con un coste de 150 millones, la creación de 2.500 empleos y unas expectativas de 1,1 millones de viajeros. Pero había que buscar socios inversores (Sacyr y Air Nostrum mostraron interés). Finalmente, en noviembre de 2009, la Junta anunció la paralización del proyecto por la crisis.

Más tarde se barajaron algunos proyectos de aeródromos en Santiago del Campo y Arroyo de la Luz. Pero el que más alto voló fue el de Los Arenales, junto a Cáceres, firmemente apoyado por la Fundación Empresarial Cáceres Capital y el entonces subdelegado del Gobierno, Fernando Solís. En 2014, Monago anunció una inversión de 4,4 millones para este aeródromo, que sin embargo quedó paralizado en 2015 tras aceptar el Ministerio de Medio Ambiente las alegaciones de Adenex y Seo-Birdlife, y exigir un nuevo estudio de impacto ambiental completo.

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Dicho informe no ha arrancado hasta el pasado febrero con la firma del contrato entre la Junta y la adjudicataria (Geprecón). El gasto (35.250 euros) se reparte en dos anualidades (2018 y 2019). Luego habría que redactar el proyecto, sacar a concurso la obra... En definitiva, sin plazos. «Se podría haber acelerado un poco más, no parece que exista mucho interés pese a que necesita una inversión mínima y a cambio tendría diversos usos: sanitario, incendios, pequeños aviones de pasajeros, transporte...», enumera Joaquín Guerra. La Cervera también lleva ya tres años clausurada por la revocación definitiva del permiso de uso.

«Los informes ambientales tardan lo que se quiera que tarden. Hemos visto caducar un estudio de este tipo en un tramo del proyecto del AVE. Mientras tanto también se nos está apartando de la conexión de mercancías de Portugal a Levante», denuncia el secretario general de los empresarios cacereños. «Una discriminación más», afirma Pedro Rosado, que lamenta la falta de interés de las instituciones. A su juicio, no es anecdótico «que ahora nos quedemos con un solo híper en la ciudad o que un gimnasio tenga que frenar su proyecto porque lleva dos años esperando una licencia». «Existe un grave problema estructural que los políticos deben solucionar», concluye.