El Ayuntamiento de Cáceres colabora con la empresa i-CITE, ciudad y territorio en la elaboración de un mapa que muestre los ‘puntos negros’ de la ciudad para agresiones sexuales. Es decir, aquellos lugares en los que, por sus características, existe más riesgo de darse casos de acoso o de violencia sobre la mujer. Surge de los programas ya proyectados para la igualdad y está también formado en base a la nueva legislación del suelo de Extremadura, la cual incluye la perspectiva de género como uno de los elementos a incorporar en su planteamiento.

Rocío Clemente, una de las tres arquitectas a cargo del proyecto, lo explica como «un primer acercamiento a la ciudad desde el punto de vista de las mujeres». Su objetivo es, en síntesis, adaptar la ciudad al uso de ellas, quienes «suelen utilizarla de una forma diferente». De este modo se busca establecer un análisis de distintos barrios y centros de trabajo de los que son principales usuarias, con la intención de comprobar la seguridad de estos: «Por ejemplo, si estudiamos un centro de trabajo, normalmente el transporte público está pensado para circular en horario laboral. Hay muchas veces que trabajadoras de limpieza acuden a horas en las que no hay ya mucha actividad en la ciudad, con lo que las conexiones o paradas de transporte público las dejan en lugares de difícil acceso, sin conexión peatonal u oscuros», anota Clemente

Iluminación

IluminaciónLa idea es detectar una serie de diseños que «hacen mayor la percepción de riesgo, o incluso crean uno», y ofrecer a estos «una serie de propuestas y soluciones». La iluminación se consolida como una de las principales aliadas del proyecto, pero no es la única. «A veces es tan fácil como poner un espejo, igual que para los coches que salen de los aparcamientos», según explica Clemente «o hacer un mejor uso de la vegetación. No tiene por qué ser nada complicado». En otras ocasiones, dice, puede limitarse a plantear un itinerario alternativo que «permita evitar esos puntos, por ejemplo al cambiar alguna parada de autobús». Considera también de relevancia incidir en «cómo funcionan las zonas que solo son residenciales y cómo funcionan aquellas donde hay bares, tiendas, administración... Es decir, donde hay una diversidad de usos que hace que la vida sea un poco más rica, lo que por lo tanto influye en la seguridad y en la percepción de esta de ese trozo de ciudad».

Algunos de estos puntos negros pueden encontrarse en barriadas exteriores de la ciudad, especialmente aquellas que empezaron a desarrollarse pero no llegaron a terminar su construcción por la crisis de 2008. La mezcla de solares vacíos con la poca actividad que se da en ellas las vuelven lugares «que transmiten sensación de riesgo» durante las horas de la noche. Mismo caso puede darse en los terrenos universitarios o en los polígonos industriales de La Mejostilla o Las Capellanías, es decir, zonas con una actividad y horario muy específico. «No se plantean, por ejemplo, las necesidades del servicio de limpieza de ciertos edificios», detalla Clemente.

La intención es tener el mapa consolidado hacia mediados o finales de septiembre, para poder hacer una exposición al público. De la misma manera se planteará una encuesta a través de las redes sociales del ayuntamiento para que cualquier ciudadano pueda dar testimonio «de lo que opinan de estos espacios».

En la elaboración de este proyecto también afecta la crisis del coronavirus. La iniciativa iba a contar con un tipo de mapeo determinado por las usuarios de una barriada específica, de modo que sea más sencillo situarse y escuchar las opiniones de los mismos vecinos: «Recorremos con esas personas el barrio para detectar qué sensación tienen, cuándo perciben riesgo o cómo lo pueden vivir, para tener su idea de primera mano», según narra Clemente. Sin embargo, las restricciones en las reuniones ocasionadas por las nuevas medidas de seguridad pondrán una traba a esta parte del proyecto: en principio se hará con «menos representantes y de forma más reducida, si bien confiamos en poder extenderlo a lo largo del tiempo, en distintas barriadas y con distintas personas» con la idea de ir empequeñeciendo la escala del mapa.

Pese a la elaboración del mapa, Clemente no duda en afirmar que «Cáceres es una ciudad muy segura». La cuestión reside especialmente en «la sensación de riesgo, que sí existe, y el problema es cuando esta conlleva que no usemos la ciudad con la misma libertad. Se basa en corregir eso».

De la misma manera, razona que «una ciudad que es segura para las mujeres, es segura para todo el mundo», y concluye explicando: «Al final se trata de ir integrando en la ciudad a una serie de personas que han podido sentirse desplazadas e investigar la problemática que hemos tenido cada uno en nuestro día a día. Eso es un poco el urbanismo inclusivo».