Es una viajera empedernida. Le gusta hacerlo no para escapar de la vida, sino para que la vida no se le escape. Hace unos días estuvo en Cantabria y después en Asturias. Curiosamente durante su paseo por un mercado artesano de Gijón encontró un estand de la Diputación de Cáceres y no pudo por menos que fotografiarlo. ¿Por qué lo hizo? «Porque Cáceres es una ciudad que enamora», explica Rocío López Mañas, natural de Lubrín (Almería) que el pasado mes de noviembre visitó la capital cacereña en un viaje junto a sus amigos de la infancia que anualmente programan una escapada.

«Nuestro próximo destino es Úbeda, pero no nos olvidamos de Cáceres. Su monumentalidad nos impactó, su artesanía, el trato amable de la gente... Cenamos en Eustaquio Blanco, en La Morocha, y comimos en el restaurante del Museo Vostell. Fue perfecto el recorrido que hicimos por la parte antigua junto al cronista oficial Santos Benítez, o la visita al santuario de la Montaña, de la mano de Alberto Gómez-Saucedo Márquez. Y por cierto, los ibéricos de Zeus Carrero, espectaculares», concluye Rocío López, que, asegura, promete volver.

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ