Un Austin Victoria con matrícula portuguesa está aparcado en la plaza de Las Veletas. En su interior hay un hombre mayor que parece cansado, mientras un joven se acerca, le enseña un papel --podría ser una octavilla anunciando una obra de teatro--. El viejo lo mira, baja del coche ayudado por un bastón y da un portazo. Esta es la primera escena que el equipo de la película Olho negro grabó en Cáceres. Se ensayó y se repitió varias veces. Hasta que los actores, Robert Pugh y Nuno Lopes, y el director Paolo Marinou Blanco estuvieron satisfechos.

Entre toma y toma, una sombrilla e incluso un pequeño abanico servían para dar sombra a Pugh, que permanecía dentro del coche a pesar del calor. Los turistas miraban curiosos y preguntaban qué estaba pasando allí. Cuando se decía, "silencio, por favor", callaban.

En el equipo se respira buen rollo. Hay risas. Se comenta que Pugh es "muy divertido". Aún queda mucho por hacer, apenas se ha rodado una escena, pero el director para unos minutos para contar a los periodistas por qué ha elegido Cáceres para rodar. "La ciudad monumental es maravillosa, es de una belleza fantástica". Además, añade, es punto de parada entre Portugal y el lugar donde los protagonistas "encontrarán o no" --ríe-- a la mujer que les ha unido y embarcado en un viaje desde Lisboa.

Marinou rueda por primera vez un largometraje. Descubrió que quería hacer cine con 28 años y viajó de Londres, donde estudiaba Literatura, hasta Nueva York. En su currículo ya hay dos cortos y ha trabajado con Spike Lee en Estados Unidos y también en Brasil.