Ahora que Bagdad está ocupada y en la capital iraquí se vive la angustia y el fragor de los saqueos y expolios, no está de más recordar que Cáceres también fue tomada al asalto hace ahora 180 años. El temor y la incertidumbre que han sentido y siente hoy los bagdadíes también lo padecieron los cacereños en el año 1823.

Sucedió un 17 de octubre y fue un episodio trágico, aunque el paso del tiempo y la capacidad de los cacereños para exorcizar sus demonios colectivos lo haya dejado en el olvido. En Badajoz, Gerona, Soria o Teruel, las batallas del pasado están siempre presentes en la memoria. En Cáceres nadie se acuerda de ellas. En primer lugar porque hubo pocas y en segundo lugar porque las ciudades y las personas felices no acostumbran a recordar lo desagradable.

Sea como sea, un 12 de octubre de 1823, estando gobernada la ciudad por los realistas o absolutistas, se supo de la llegada por la carretera de Mérida de un ejército liberal al mando del famoso guerrillero El Empecinado. Las tropas habían depuesto el ayuntamiento realista de Aldea del Cano y se acercaban.

CACERES SE ASUSTA

La ciudad feliz se asustó y hubo voces que sugirieron pactar, como se había hecho años atrás con el ejército napoleónicoo y pocos meses antes con las tropas francesas del conde de Bourmont. Pero esta vez no eran franceses, sino compatriotas, y triunfaron las tesis contrarias al pacto.

Al amanecer, se vislumbraron desde la ermita del Espíritu Santo las avanzadillas liberales. Tocaron las campanas de la ciudad a rebato y las tropas de El Empecinado fueron recibidas con fuego graneado. Hubo lucha y muerte durante seis horas y ante tantas desgracias se intentó de nuevo un acuerdo con fracaso.

Por la tarde prosiguió el asalto, pero los realistas resistieron y los liberales desistieron, retirándose a Casar de Cáceres tras incendiar el molino de aceite que el absolutista Avalet poseía junto a la ermita del Espíritu Santo. Se entablaron nuevas negociaciones que tampoco tuvieron éxito y el 17 de octubre, a las siete de la mañana y bajo una pertinaz llovizna, las tropas iniciaron el ataque por varios flancos.

El Empecinado dirigió el asalto desde el lugar donde hoy se encuentran la redacción y las oficinas de EL PERIODICO EXTREMADURA. Aunque en un primer intento de penetrar en la ciudad los sitiados resistieron y provocaron varias bajas en los atacantes, a las 9.30 horas las tropas liberales tomaban el convento de San Francisco y dos horas después entraban en Cáceres por San Blas y por Santiago hasta llegar a la plaza Mayor.

Los realistas aún resistieron cuatro horas en las barricadas, murallas y parapetos de Barrio Nuevo, Peña Redonda, San Antón, Damas y Caleros, pero a las cuatro de la tarde, las mesnadas liberales desbordaban las defensas por todos estos puntos y tomaban la ciudad. Lo que siguió fue terrible.

Según cuenta Publio Hurtado en su magnífico libro Recuerdos cacereños del siglo XIX , durante toda la noche se sucedieron los incendios, violaciones y asesinatos vengativos, sobre todo en San Blas, la calle Moros y Peña Redonda, donde fusilaron a cinco vecinos. Al día siguiente eran fusilados 36 realistas frente a las escaleras del ayuntamiento.

El único sitio y conquista de Cáceres de las edades Moderna y Contemporánea dejó un balance de 43 casas saqueadas y 75 edificios incendiados. No se puede comparar con Bagdad, pero la toma de la ciudad feliz en 1823 es el episodio histórico cacereño más parecido al asalto angloamericano a la capital bagdadí.