Hollywood Sign es el nombre con el que se conoce al famoso letrero gigantesco situado en el Parque Griffith, en Los Ángeles, California. Está formado por las letras de la palabra ‘Hollywood’ en mayúsculas y de color blanco. Fue creado en 1923 como parte de una campaña publicitaria de una nueva urbanización que se estaba construyendo en las colinas cercanas al distrito californiano. No estaría mal que unas letras parecidas con el nombre de nuestra ciudad lucieran también en ‘El Mirador de Cáceres’, la nueva urbanización que paralela a la avenida de las Delicias, se levanta junto al cuartel Infanta Isabel y que tiene cierto aire a esa ladera que simbolizó la era dorada de la meca del cine.

Promovida por Cacereña de Obras y Proyectos, construida por Provivavi (una sociedad de constructores cacereños), y comercializada por la firma inmobiliaria Manuela Pérez, este complejo de viviendas hace atisbar la recuperación, aunque tímida, de este sector vital para la economía local.

Nos habían dicho que esta ciudad se moría, pero no era cierto. Sí quizá se había quedado acomodada en su inopia, pero ha llegado octubre y en solo un mes se han abierto nueve apartamentos turísticos más (ya hay 151). Si se abren es porque funcionan y si funcionan es porque el turismo es otro de los sectores al alza de esta capital de provincia que tiene mucho que decir en el marco geográfico del suroeste ibérico. Ejemplo de ello es Francisco Piñero, joven empresario cacereño que gestiona Destino Deluxe, la cadena de apartamentos de lujo que tiene repartidos por toda España (está ultimando los de la Costa Da Morte en A Coruña) y que ha abierto en el Palacio de Muñoz Chaves, en la calle Moreras, y desde el pasado mes de junio en el número 14 de Pizarro.

El proyecto de Piñero supone una inversión en Cáceres cercana al millón de euros. No es de extrañar que los visitantes elijan para hospedarse a esta firma que hace del turismo una fuente de riqueza.

Luchadores

Aún no es Cáceres la panacea, pero en ella vive gente que lucha. Y si no, miren a Isabel Lázaro. Su padre, Serapio Lázaro, abrió en 1969 en la calle Gómez Becerra un autoservicio de alimentación al que puso por nombre La Luna, en homenaje a Neil Armstrong, una de las personas más famosas de la historia de la humanidad, comandante que pilotaba el Apolo 11 en la misión espacial que pisó por vez primera la superficie lunar. El negocio ha resistido desde entonces, siempre reiventándose: se dedicó luego a la venta de moquetas, papeles pintados y pinturas hasta que en 1985, fecha desde la que Isabel se ocupa de la tienda, al menaje de hostelería, la ferretería y el hogar. Ahora La Luna ha reformado sus instalaciones, porque el paso del tiempo había hecho mella en ellas y tras la obra le han dado un aire moderno que está teniendo una gran aceptación.

Algo parecido ha hecho Zeus Carrero, joven emprendedor, que ha dejado la calle Antonio Silva para trasladarse a Primo de Rivera. Y, como dice él: «Aquí ando, en Chipiona, en primera línea de playa». Hace tres años creó Extreibéricos y ahora se ha arriesgado y ha dado el salto al centro administrativo y económico de Cáceres. Un local de 120 metros cuadrados donde vende productos de la tierra, jamones con su propia marca, dulces, aceites... «Esto es brutal, una pasada, los clientes se han multiplicado», asegura con esa alegría siempre contagiosa que le caracteriza.

Son también nuevos tiempos para La Vieja Dehesa, el bar que se ha renovado en la calle Amberes, 25, a un pie del Centro Comercial Ruta de la Plata, y que inauguró hace unos días su flamante propietario, Javier Cardenal. La encargada es Vanesa Díez Expósito, una de los trabajadores de este buen lugar para disfrutar de los amigos, el desayuno, las tapas de mediodía y las veladas nocturnas. No dejen pasar su especialidad en carnes.

No cabe duda de que a Cáceres le gusta mucho cuidarse, aunque siempre haya incívicos que se empeñen en utilizar como cenicero y papelera los maceteros de la calle San Pedro de Alcántara, donde la brigada municipal de limpieza ha diseñado y colocado, con sus propias manos, unos carteles en los que advierten del buen uso que ha de hacerse del mobiliario urbano. «La gente arranca los carteles, los tiran o se los llevan a casa, pero no pueden con nosotros porque los reponemos», asegura uno de los operarios.

Paseamos por Cánovas y a veces la inercia hace que no reparemos en detalles, como que las obras del gimnasio ‘low-cost’, que ocupará el antiguo cine Coliseum y que promovió en 1962, por cierto el año que murió Marilyn, el obispo Llopis Iborra, van a buen ritmo; o que la cafetería del Quiosco de la Música, el lugar donde acude a desayunar el diseñador de moda Leo Bernáldez, ha cambiado su luminoso. Y es que Cáceres, por fin, empieza a oler a nuevo.